Si bien la pandemia del Covid-19 develó la precariedad en la que vive el mundo cultural, esta era ya palpable por todos quienes son parte de este y que hoy se encuentran una vez más postergando o cancelando presentaciones debido al alza de contagios en las últimas semanas. Esto, luego de dos años en los que no ha existido un plan de retorno seguro, lo que confirma que el modelo actual sólo incrementa aún más la deuda histórica hacia el sector.
Dos años han pasado desde el primer contagio por COVID registrado en el país, fecha desde la cual el ritmo habitual del diario vivir tuvo que cambiar para poder subsistir ante una crisis sanitaria que, por mucho tiempo, no dio tregua.
Mientras muchos gremios pudieron seguir con sus dinámicas laborales gracias al teletrabajo, para el mundo del arte, significó cerrar museos, teatros y centros culturales, además de cancelar las presentaciones en vivo, hecho que dejó a todo el gremio de los trabajadores de la música sin el sustento principal y en un escenario aún más duro del que se enfrentaron luego de la revuelta popular del 18-O.
Tal es el caso de Yorka, dúo musical integrado por Yorka y Daniela Pastenes, quienes a pesar de adecuarse al contexto online y lograr sacar adelante su proyecto musical a través de la pantalla, llevan cancelado shows desde octubre de 2019: “Esto implica un montón de frustración laboral, trabajo no remunerado, que ya es un tema en nuestro rubro cuando podía funcionar con normalidad. Finalmente siento que la consecuencia es una enfermedad emocional para todas las personas que amamos las expresiones humanas como un alimento a nuestro día a día”.
Dani Ride, artista también independiente, es otro ejemplo. Cuenta que tuvo que transformarse en un artista digital: potenciar sus redes sociales y realizar colaboraciones con marcas: “Hay una capacidad innata de les artistas de tener este poder de reinvención y sin duda hemos tenido que hacer malabares para seguir con nuestras carreras. Yo estoy hablando desde mi lugar, pero también desde el de mis amigues músiques que han tenido que migrar y hasta abandonar el mundo de las artes para dedicarse a otras cosas que no aman”.

De acuerdo al Informe Anual de Estadísticas Culturales entregado en enero de este año, en 2020 hubo una caída del 86,8% respecto a 2019 en el número funciones de espectáculos públicos. Y justo cuando parecía que la pandemia estaba controlada y los shows en vivo podían volver a retomarse con las medidas necesarias para asegurar el bienestar de sus asistentes, el gobierno de Sebastián Piñera adoptó medidas para controlar el alza de contagios que hicieron bajar los aforos y, por ende, cancelar o postergar shows que llevaban meses de preparación.
Dentro de estos se encuentra las presentaciones del Festival Womad en Recoleta (Chico Trujillo, Pascuala Ilabaca, Carmen Lienqueo, Nano Stern, entre otros); la gran mayoría de conciertos en la Quinta Vergara que se realizarían en febrero (Cami, Los Tres-Lucybell, Denise Rosenthal-Illapu y Myriam Hernández-Noche de Brujas); y giras particulares de artistas que, tras meses sin tocar, iban a presentarse en vivo.
“Hay mucho trabajo de por medio. Cuando uno va a ver un show, ve un ápice, quizás menos, del trabajo que hay detrás, de las horas de trabajo. Un show dura una hora y media, y uno está meses y meses preparándose. Muchas personas trabajando para la experiencia del público en esa hora y media. Entonces, cuando se suspende hay una profunda desazón”, explica Camilo Zicavo de Plumas, banda que iba a realizar su primer gran concierto en el Teatro Nescafé el pasado 25 de enero, pero que tuvieron que postergar para el 28 de abril.
Medidas que no son la solución
A pesar de ser el país líder en vacunación, existe poca sintonía con las industrias creativas que lo habitan. En los dos años que lleva la pandemia en el país, no ha existido un plan de retorno seguro desde las instituciones gubernamentales que pueda generar certezas dentro del gremio de las artes, el que incluye productores, sonidistas, iluminadores, roadies y escenógrafos, entre otros. Muy por el contrario, la respuesta del Ministerio liderado hasta hace poco por Consuelo Valdés fue destinar un fondo de ayuda y, ahora último, controlar aforos que, más que ayudar a bajar contagios, hacen imposible que las presentaciones sean rentables.
“Los protocolos actuales impiden realizar planificaciones a mediano plazo, algo fundamental en la realización de conciertos, puesto que no es posible saber si en un mes habrá autorización para tener aforo completo, la mitad o un quinto. Con esa incertidumbre, es sencillamente imposible organizar algo, ya que el riesgo de cancelación está a la vuelta de la esquina. Eso es precisamente lo que pasó este verano”, dice Rodrigo Osorio, más conocido como “Don Rorro”, quien preside la Sociedad Chilena de Autores e Intérpretes Musicales (SCD).
Esto, aún cuando existen estudios que brindan mecanismos efectivos. En el segundo semestre del año pasado, la SCD junto con el Hospital Clínico de la Universidad de Chile organizaron un estudio titulado “La Música Ensaya” con el objetivo de evaluar los riesgos de un concierto en vivo con aforo completo y presentar los resultados a las autoridades para la creación de protocolos de retorno.
El proyecto científico constó de dos ediciones que abrieron y cerraron con la toma de exámenes PCR y en las que sus asistentes contaron con pase de movilidad a esquema completo, mascarilla de forma permanente y distancia física. En agosto, Chancho en Piedra en Sala SCD Egaña con 200 y en noviembre, Santaferia en Club Amanda con 350 personas. Ambas finalizaron sin contagios, aún cuando hubo aforo completo e interacción entre el público.
La conclusión fue que sí es posible realizar presentaciones de forma segura y prácticamente sin riesgo de contagio si se toman los resguardos sanitarios adecuados, esto es, pase de movilidad, uso permanente de mascarilla, higiene de manos, ventilación permanente de espacios y toma de temperatura.

“Creemos que son un insumo serio y riguroso, que las autoridades sanitarias deberían incluir entre sus antecedentes y tomar en cuenta. Hacemos un llamado a que el Ministerio flexibilice la postura que hasta ahora ha mantenido y se abra a considerar esta evidencia. De hacerlo, significaría un renacer para nuestra industria, que hoy se encuentra sumida en la peor crisis de su historia”, señala Osorio, quien también es cantante de Sinergia.
Y agregó que: “Las autoridades pareciera que no se han detenido a pensar en este sector y analizarlo con todas sus variables, sino que han dejado estampado lo dictado en otra fase de la pandemia. Sin embargo, no ha ocurrido lo mismo con otros sectores de la economía, como el comercio, la gastronomía, el fútbol y muchos más, que ya están prácticamente en una normalidad”
«Para mí no es un problema que funcione el fútbol o el comercio, mi pregunta es porqué esto sí y esto no. No es una competencia de quién gana, es un grito para solucionar y buscar la forma de poder trabajar. ¿El fútbol está funcionando? La música entonces también ¿Las tiendas están abiertas? El teatro entonces también ¿Los medios de transporte no tienen distancia social? Entonces podemos reunirnos en ferias artesanales, talleres de danza y podemos bailar«, afirma al respecto Yorka.
Dos días antes de que asumiera el presidente electo Gabriel Boric, quien designó la cartera a la antropóloga Julieta Brodsky, el maestro de piano Valentín Trujillo se presentó frente a la llamada “Moneda Chica” a tocar durante 15 minutos en plena vía pública para entregar una carta desde la SCD, en representación de la industria musical chilena, que solicita respuestas urgentes a la situación del sector musical.
Sobre lo que se espera del gobierno entrante, Yorka dice que “el abandono político de este gobierno (el de Sebastián Piñera) a todo un país quedará en la historia. Espero que el próximo sea rápido y eficaz, y que pueda darle la mano a la cultura que tanto ayudó en la campaña presidencial. No tenemos mucho tiempo para esta cultura que está en agonía y necesitamos superhéroes”.
Deuda histórica
Si bien la pandemia abrió una herida que aún no ha podido subsanar, esta llevaba mucho tiempo siendo tratada con parches que no la dejaban sanar completamente. Desde la década de los 90s en el país se ha capitalizado el arte y la cultura bajo una idea de “industria cultural” que ha orientado las políticas de los ineficaces mandatos ministeriales, desde su creación en 2018, en fondos concursables y ayudas subsidiarias propias del modelo chileno.
Hoy la cultura aporta alrededor del 2,2% del PIB nacional y, aún así, se le destina un 0,4% del presupuesto, porcentaje que pasó por un recorte en tiempo de pandemia. El resultado ha sido un gremio precarizado que vive del día a día: sin contratos, sin seguro de cesantía y sin salud ni pensión garantizada. Dicho esto, el encierro sin un plan de retorno seguro tras dos años de incertidumbre fue una bomba para trabajadorxs de la música, del teatro, de las obras plásticas y de todo un mundo independiente que ha quedado a su suerte.
“En países como Argentina, Brasil, México o Colombia, el tema cultural e identitario es muy fuerte. Hay mucho orgullo por lo que se hace y mucha defensa y valoración hacia quienes ejercen la cultura. Eso no sucede en Chile. Aquí muchas veces se instala implícitamente que el artista debe trabajar gratis, por amor al arte, así como una mirada secundaria respecto de la actividad artístico-cultural en relación con otras. Cuando dices que eres artista te preguntan qué otra cosa más haces. La cultura debe ser tomada en serio, e internalizada con perspectiva de Estado como algo prioritario para el devenir del país”, señala Don Rorro.
Otro ejemplo más lejano lo da Dani Ride: “Corea es un país que hizo una inversión en la música y la industria del arte, lo que trajo como consecuencia mucho más turismo. Por algo el K-Pop ha pegado de esa forma. Las artes traen riqueza a los países y eso es real. En Chile hay mucho potencial, talento y si estuvieran conscientes de eso, habría consecuencias en la economía, en la educación, en la salud mental… hasta en el transporte”.

Fotografía por Víctor S. Gálvez.
En este sentido, un rol fundamental para este cambio de paradigma del quehacer cultural en el país lo va a jugar la Convención Constitucional. Algunas de las iniciativas populares de norma fueron en esa línea y una de ellas recibió más de los 15 mil apoyos necesarios para que sea discutida en el pleno. Se trata de la N° 47.446, “Garantizar el derecho a la educación musical y artística en la Nueva Constitución”, que entiende la cultura como un derecho y garantiza su acceso, educación, desarrollo y difusión.
“Las artes deberían ser asignaturas valoradas en las escuelas o que se potencian mucho más los colegios artísticos, formando desde la infancia el valor que tiene el arte. Por otra parte el Estado debe asegurar difundir, visibilizar y entregar espectáculos culturales a su gente, destinar dinero a pagarle a artistas por lo que saben hacer y generar momentos de alegría y goce en sus comunidades. Este país tiene plata, pero se la roban y se la gastan en todo menos en arte”, señala Yorka al respecto.
Este trabajo irá de la mano con la política del gobierno que acaba de asumir. La cartera liderada por Brodsky, y la subsecretaría encabezada por la actriz y gestora cultural Andrea Gutiérrez, serán las encargadas de concretar las propuestas del programa electo, que van desde la creación de Puntos de Cultura a lo largo del país y mejoras a las condiciones laborales del sector hasta aumentar el presupuesto ministerial y crear nuevos mecanismos de financiamiento de proyectos para abandonar la lógica concursable.
“Hay un problema más profundo que tiene que ver con cómo se concibe la cultura, como algo de ocio y no como un pilar fundamental en la construcción del ser humano. Entonces, creo que hay que empezar a construir por ahí, cosa que podamos darle los espacios que merecen y que se necesitan y no solamente medirlo y otorgarlo en medida de cuánto beneficio económico nos retorne. El arte muy rara vez va a ser un buen negocio en comparación con otras cosas a corto plazo, pero a largo plazo, para la construcción de un país, sí lo será”, afirma Zicavo.
Con un Chile que atraviesa por cambios que no se pensaban hace diez o quince años, se abre una oportunidad para desprenderse de la lógica neoliberal que ha tenido al sector en agonía y se tome en serio la labor social de artistas y trabajadores de la cultura para con el país y con todas las personas que habiten en él; una en donde se entienda a la cultura como una prioridad para la realización del ser humano y la vida diaria.