Fotos por @fotobluf
Ante un recinto a toda su capacidad, el ícono del pop chileno volvió a presentarse en grande, desempolvó viejos temas y logró, bajo un especial concepto, exponer un variado repertorio de toda su discografía.
Alex Anwandter es de aquellos artistas chilenos que pueden darse el gusto de hacer conciertos más íntimos y cercanos (Club Chocolate), como también espectáculos en grandes espacios sin perder conexión. Puedes estar a centímetros de él, o en el palco más alto del Teatro Caupolicán, y pareciera que cantas a su lado.
Así se sintieron los presentes en el show entregado por el cantante y productor de pop chileno más destacado de este siglo. Es una linda nostalgia lo que hace sentir a uno tan próximo a Alex y su banda en vivo con coristas, quienes no dudaron en preparar algo sumamente especial para un público mayormente adulto joven.

Una noche que hizo recordar esos 2010s, resumida en unas irrepetibles interpretaciones en piano de éxitos como “Tatuaje” de Rebeldes (2011), de las más pedidas, pero poco tocadas. La reacción, una ovación por su melancolía que emocionó hasta las lágrimas a más de una persona en el lugar.
El cometido fue logrado, pues era parte de la parte uno de dos del concierto, llamado “Llanto”. Desde pasado las 8 de la noche, con un atuendo elegante y un maquillaje de mimo, apareció triste fumándose su último cigarro para pasar las penas. Pero esta droga la desechó después de la primera canción “Te enamoraste” del disco Amiga (2016).

En un sofisticado piano, prontamente le siguieron “Fin de semana en el cielo” (en vivo, después de 12 años de ausencia), “Que se acabe el mundo por favor” y “Malinche”. De Latinoamericana (2018), en esta última, al finalizar su melodía, se dio el tiempo para saludar a todos los asistentes e hizo un regalo especial a una fanática que le gritó “Te amo”. Alex, sin pensarlo, respondió “Yo también te amo”, y le lanzó una flor que antes reposaba en la tapa del instrumento.
Lo político tampoco quedó de lado, porque a veces la pena viene con rabia. “Siento que es una canción que tenemos que ‘re-volver’ a pensar (…) de pelear por el país que queremos. El país que se nos quitó, el que casi tuvimos y el que podemos tener”, recitó Alex antes de empezar a cantar con su guitarra, de forma más directa, “Cordillera”, sin haber pasado más de un día desde el incidente que dejó sin vida a dos hinchas de Colo-Colo.

Catártico también que más de 4 mil personas corearan las letras de “Intentarlo todo de nuevo” y “Tormenta”, y cómo lograron inundar el escenario con sus voces. Escenario que poco a poco dejaba las pañuelos y entraba a la vibra de “Baile”, la segunda porción del espectáculo. De esta forma, se anticipó lo venidero con “Dime Precioso”, pieza bailable de su última placa lanzada en 2024 de mismo nombre.
Desmaquillado, “Pueblo Fantasma” abrió la puerta para bailar después de llorar, incluso después con esos “prohibidos” que tanto su fanaticada ama y lo hace un ser único. Y qué mejor opción para danzar bañado en luces que el electrizante disco El diablo en el cuerpo (2023). De la mano de “Precipicio”, se sacó su traje elegante y sólo quedó de camisa. Furor total desatado hasta el último espacio del Caupolicán.

Misma sensación dejó cuando se acercó a las primeras filas en “Unx de nosotrxs”. En lista, continuaba “Ahora somos dos”, “Prediciendo la ruina” y “¿Qué piensas hacer sin mi amor?” que pusieron a bailar a todo el recinto de San Diego, al igual que el explosivo pop electrónico de los éxitos de siempre en sus shows como “Siempre es viernes en mi corazón”, “Locura” y “¿Cómo puedes vivir contigo mismo?”. De las más nuevas, el house de “Gaucho” y “Paris, tal vez”.
Con tantas canciones, Alex Anwandter podría haber dado fácilmente un concierto de 3 horas. Hits no le faltan, y los “no hits” llevan un lugar muy especial en el corazón de muchos chilenos y fanáticos de su música. El céntrico local nuevamente coronó como epicentro del pop, como ya lo ha sido por varios años con su indiscutido ícono, pero ahora fue diferente: gracias a la pena nos liberamos y luego bailamos como nunca, porque “solo nos queda a veces bailar”.
