El sábado 25 de enero, en el marco del Lo Prado Urban Fest 2025, un evento gratuito organizado por la municipalidad de la comuna, se vivió una situación lamentable que deja mucho que reflexionar sobre el respeto hacia los artistas y la convivencia en eventos masivos. La artista chilena Soulfía, quien precedía en el escenario a Jere Klein, fue víctima de una ola de pifias y abucheos provenientes de un público que no ocultaba su impaciencia por ver a su ídolo.
El maltrato fue tal que la artista detuvo su presentación para hacer un llamado al respeto, recordando a los asistentes que se trataba de un evento gratuito donde todos los artistas merecían ser escuchados y valorados. Sus palabras resonaron como un grito necesario en un espacio que, paradójicamente, debería celebrar la diversidad musical y cultural.
Lamentablemente, esta no es la primera vez que ocurren este tipo de situaciones en eventos masivos en Chile. En 2022, Pascuala Ilabaca vivió un episodio similar en el sur del país, cuando el público, ansioso por ver el show de Zúmbale Primo, la interrumpió y mostró una actitud irrespetuosa hacia su presentación. Y para qué decir el Festival de Viña del Mar, donde se hizo costumbre que exista un “Monstruo” para atemorizar a cada comediante que pisa el escenario. Estos incidentes evidencian un problema estructural en la cultura de consumo musical, donde algunos asistentes olvidan que los artistas sobre el escenario están ofreciendo su talento y esfuerzo con el mismo compromiso y pasión.
La falta de respeto mostrada no solo impactó a la cantante, sino también a sus fans, quienes denunciaron maltrato físico y verbal dentro del público. Este tipo de situaciones no solo empañan el disfrute del evento, sino que también exponen cómo la intolerancia puede transformar un espacio de esparcimiento en una experiencia desagradable y peligrosa.
El comportamiento del público refleja una preocupante falta de empatía y una cultura del fanatismo que prioriza el consumo rápido y excluyente por sobre el disfrute colectivo. Es entendible que cada quien tenga sus preferencias artísticas, pero convertir esas preferencias en un instrumento para desmerecer o atacar a otros artistas es, cuanto menos, reprochable. En un país donde constantemente se lucha por visibilizar el talento local, estos gestos no solo son un desaire personal, sino también un retroceso en el apoyo a la escena musical chilena.
Además, cabe preguntarse qué medidas se tomaron (o dejaron de tomar) para garantizar un ambiente seguro y respetuoso durante el evento. La organización tiene una cuota de responsabilidad al no prever este tipo de situaciones, que podrían haberse mitigado con mayor control en la seguridad y la comunicación. Proveer espacios de encuentro cultural implica también educar al público sobre la importancia de valorar el trabajo de todos los participantes.
El incidente vivido por Soulfía en Lo Prado Urban Fest debe ser una llamada de atención para artistas, organizadores y asistentes. La música es un puente para unir, no para dividir, y eventos como este deberían ser una celebración de la diversidad y el talento. La empatía y el respeto son pilares fundamentales para disfrutar de cualquier experiencia colectiva, y es responsabilidad de todos cultivarlos y defenderlos.
— Equipo SACH