Review por Francisca Sanhueza / Foto por Gustavo Canales
Hace seis años atrás una banda penquista comenzó a dejar huella en nuestra historia musical con una particular propuesta: guitarras acústicas, metalófono, acordeón y una voz muy particular dio vida a un un sonido con olor a sur y que ellos mismo llamaron pop silvestre. Niño Cohete, tal como si fuera un personaje de un cuento, fue el nombre del proyecto que inició Pablo Álvarez (Voz y guitarra) en compañía de Matías Pereira (guitarra eléctrica) en la Universidad de Concepción por allá en el 2010 y que con el correr del tiempo se sumaría: Joaquín Cárcamo (Batería), Cristian Dippel (Teclados y accesorios) y por último Camilo Benavente (Bajo).
Parecía que la escena nacional los estaba esperando y rápidamente su primer EP “Niño Cohete” (2012, Beast Discos) llegó al oído de muchos, quienes disfrutaron de ese sonido mágico y comenzaron a seguirlos, escucharlos y a llenar sus shows en vivo. No fue hasta el éxito de “Aves de Chile” (2013, Beast Discos) , disco que produjo Fernardo Milagros a las orillas del Lago Lanalhue (Región del Bío Bío), que consolidó a la banda penquista como una de las promesas de la escena musical independiente.
«Aves de Chile» posicionó a los Cohete como uno de los grandes nombres en los carteles de los escenarios de Santiago y Concepción. Siempre destacaron por su preocupada estética, el trabajo conceptual y los pequeños grandes detalles. Fue así como comenzó el trabajo de su tercer y último disco, el más experimental de todos y en el que más expectativas había: La era del Sur (2015, Beast Discos). Grabado en una cabaña en Antuco, en la región del Bío Bío, también bajo la producción de Milagros y con la colaboración de Lego Moustache (Astro). El disco tuvo buena acogida del público y a pesar de las intermitentes presentaciones de los Cohete en la capital, mantenían a su público fiel y expectante de su trabajo.
A principios de este 2017 anunciaron a través de las redes sociales que Pablo, vocalista y compositor de la banda, había decidido tomar otro rumbo y el proyecto se disolvería. Todos los seguidores de la banda y la música chilena se mostraron sorprendidos, sin mayor explicación se fijó una fecha de despedida para el pasado sábado 06 de Mayo en la Cúpula del Parque O’Higgins.
La despedida
Una fila enorme cruzaba parte del parque en una fría noche de otoño, el público se quería despedir y se encargaron de llenar gran parte del teatro la Cúpula (1.100 espectadores) para cantar por última vez las aventuras por el bosque, los ríos, las montañas y los mares. ese era el último escenario para la despedida de los Cohete en la capital.
Con un retraso de media hora comenzó el show en un público ansioso y expectante a lo que tenían preparado los chicos oriundos de Concepción. Dos rayos azules cruzaron el recinto y los gritos de los miles de asistentes, la banda entró silenciosa y vestida completamente de negro para dar inició a un show de casi dos horas: Rengo y Los Alemanes fueron las elegidas para romper el hielo y comenzar a mostrar un juego de luces atrapante y delicado que iluminaban todo el teatro, captando la atención de todos los que estábamos ahí. Fue el turno Osos y Cazadores , el público se puso a cantar y se comenzó a sentir la despedida.
“Acá tuvimos el mejor show de nuestra historia” mencionó Matías Pereira, recordando su paso por Lollapalooza durante el 2013 y agradeciendo a toda la gente que los estaba acompañando. El setlist continuó con Hierba de San Juan, Fiordos, Botes y la hermosa Continente, dando paso a unas visuales que mostraban mapas y coordenadas. El silencio siempre caracterizó los shows de Niño Cohete y esta no fue la excepción, de vez en cuando Matías tomaba el micrófono y agradecía por todo el cariño recibido durante estos seis años “Ha sido un viaje largo, no sólo de Conce hasta acá. Esta es una despedida, pero hagámosla una fiesta” señaló el guitarrista.
Continuaron con “Sigamos los caminos”, “Hombres de la niebla” y “La Era del sur”, acompañada de una galaxia en el fondo del escenario que llenaba todo de misticismo y magia. Fue el turno de “Escondite”, “Verano”, “En las trincheras”, “Puerto Tranquilo” y “Monstruo” que animaron al público y los prepararon para el final del primer bloque. Llegó “Pajaros rojos” con el teatro teñido del mismo color mientras se veía la silueta de un ave de cartón hecho por algún fans por arriba de las cabezas del público. El encargado de cerrar fue “Amuleto”, uno de los puntos altos de la noche, con una intensa y dinámica ejecución de la banda.
El segundo bloque dio inició con “Vultur”, “Cazando lagartijas” y “Semillas de volcán”, en donde gran parte del público de forma espontanea encendió las linternas de sus celulares y tal como si fueran pequeñas semillitas de luz acompañaron toda la canción. El setlist continuó y Cristián Dippel comentó “Ya estamos llegando al final de show, en el ensayo se hacía más largo. Ahora comienza la parte del en donde cantan ustedes”. “De dónde soy” y el clásico “El Bosque” hicieron bailar a todos los asistentes para entrar en la última patita del adiós con “Fábula” y “La muerte”, la canción más destacada del Aves de Chile y que marcó un hito en la historia de la banda penquista por su sonido salvaje y hermoso. La banda se retiró del escenario y en la oscuridad los asistentes pedían a gritos “Maquina del tiempo”, algo así como la canción que dio inició a este cuento llamada Niño Cohete y que se transformó en un holograma para los seguidores de la banda. Una última entrada y comenzaron los acordes, “Ya quisiera yo tener una máquina del tiempo y poder retroceder ese preciso momento(…)”.
El silenció que ha caracterizado a la banda penquista nos dejó un sentimiento extraño en el pecho, cómo si faltaran cosas por decir después de que se ha dicho todo, una explicación, un porqué o alguna razón para entender el abrupto quiebre, pero sólo hubo lugar para las canciones y un repaso por toda su carrera. Un show correcto, de gran sonido y con un guión de luces sabroso que potenció cada una de las canciones fue lo último que veremos de ellos. Niño Cohete tuvo una corta, alegre y fructífera vida, pero todos los niños tienen que crecer y seguir su propio camino. Este niño nos dejó buenas aventuras para viajar y recordar, quién sabe si algún día volveremos a abrir el mapa y a recorrerlas junto a ellos.
Colorín colorado este cuento se ha acabado.