Fotos por Andie Borie
Las despedidas tienen distintos sabores, pueden ser tristes cuando una de las partes no acepta la partida de los otros o pueden ser alegres cuando nos queda la sensación de un hasta pronto. Esa es la sensación con la que llegamos y nos fuimos del Caupolicán, como ir a despedirse de una amiga que se va por un viaje un largo tiempo y que sabes, vas a extrañar.
Camila Moreno comenzó siendo una artista promisoria a la que se le pusieron muchas fichas, comparándola con Violeta Parra y Björk, criticada por su particular canto y sus controversiales presentaciones. Nunca pasó desapercibida y eso terminó provocando ese atractivo tan interesante que tiene su propuesta. Un misterio que ha ido mutando, que en un comienzo parecía de una línea y que con el paso de sus discos se transformó en rituales y hechizos que marcarán la música chilena para siempre.
El show se dejó esperar y nos dio tiempo para observar, un escenario que se construía entre plantas enormes y telas de distintos diseños colgadas del telón. Una mezcla entre lo natural y lo artificial. Fue así como de repente comenzaron a brillar unos cascos rojos dentro del público de cancha, no eran técnicos ni camarógrafos, sino que unos personajes ficticios que daban inicio a la ceremonia. Plateados de pies a cabeza, con luces en los ojos y en el pecho, cada uno cargaba una pelota con el diseño del mundo, esas mismas pelotas con las que los niños juegan en la calle, pero las sostenían entre sus manos mientras se trasladaban con movimientos distintos y se movían entre la gente.
La banda de Camila es vital en sus shows, acompañándola en cada escenario, han construido este sonido único en conjunto. Es una banda de primer nivel y lo demuestran en cada canción, interpretaciones delicadas y poderosas, controlando máquinas y guitarras, bombos y teclados, panderos y bajos, baterías y secuencias. Cada músico tiene un rol, como un ajedrez en dónde Camila es la reina y el rey, cada uno de ellos se mueve con sus distintos movimientos en el tablero, van y vuelven, la defienden y la protegen. Este show se sintió lleno y el teatro vibraba gracias a ellos, los alfiles son Diego Perinetti e Iván Gonzalez y las torres Rodrigo Muñoz y Gabriel Holzapfel se movieron emocionados tocando estas canciones por última vez.
Últimamente Camila nos tenía acostumbradas a escuchar bastante trances electrónicos en sus shows en vivo que van provocando enlaces musicales entre canción y canción, esta vez sucedió igual provocando grandes momentos que se mezclaron con las luces generando un gran espectáculo. Además de invitar a Macarena Nieto quién interpretó el show completo en lengua de señas.
El momento más impactante fue la sección acústica, en la cual tocan desenchufados y sólo se amplifican con unos micrófonos ambientales. La conexión y el dominio de un momento así es muy importante para un artista, el silencio es primordial y en esta oportunidad sucedieron bastantes cosas emotivas. La primera fue un discurso de Camila frente a la fuerza femenina pidiendo a todos los asistentes que cantaran junto a ella para que volviera a nuestras vidas todo el poder y la energía femenina que tanto hemos olvidado. El Caupolicán vibraba mientras Camila dirigía a este coro multitudinario hechizando con el canto que espero se haya ido con nosotros hasta nuestras casas.
A continuación, se unió el resto de la banda con instrumentos acústicos y entró Manuel García, a quien Camila agradeció por su constante apoyo y temprana fe en su trabajo. Este momento musical es destacable, los feats entre artistas muchas veces dejan sensaciones extrañas en el público, cuesta que se armen y funcionen, pero este en particular brilló solito y se agradeció la presencia de ambos en una misma canción.
Este momento terminó con la invitación de la vocera de la FECH para entregar un comunicado a los miles de asistentes que estábamos ahí sobre el movimiento feminista y toda la hermosa revolución que están construyendo nuestras estudiantes, que una vez más colocan en el debate público demandas ciudadanas tan importantes como son la lucha por los derechos igualitarios entre hombres y mujeres, el freno al abuso y por una educación no sexista. El público estaba a favor y fue una constante durante todo el show de Camila, mencionar la fuerza femenina, las tomas y el importante momento que estamos viviendo como mujeres y como sociedad. Es tan importante que los artistas utilicen sus escenarios para apoyar las causas sociales y políticas, que entreguen discursos y manifiesten sus opiniones, porque termina activando ese poder social que tiene la música y que pareciera que mantenemos más apagado que encendido.
Durante el transcurso de las más de dos horas de show el público cantó y participó, los invitados que acompañaron a Camila en esta despedida aparecieron durante el transcurso del show: Javier Barría, Natisú, Manuel García, Anita Tijoux, Lisandro Aristimuño y Natalia Valdebenito dejaron sus colores en cada canción, destacando la participación de Natalia Valdebenito a quién la vimos en una faceta rapera y Lisandro Aristimuño (Argentina) quién sorprendió con su desgarradora voz.
Los personajes plateados y brillosos volvieron a aparecer entre el público y por última vez en el escenario. Los pequeños mundos plateados que cargaban en sus brazos se multiplicaron y uno a uno fueron lanzados al público quienes los guardaban como tesoros. “Máquinas sin Dios” fue la encargada de el maravilloso cierre con todos estos seres bailando en medio de la banda y la escenografía, entregándonos su energía y felicidad. Celebrando esta despedida como el inicio de una nueva aventura.
Finalmente Camila agradeció a su público, quienes no la dejaban irse y volvió dos veces a escena. Agradeció esta compañia de años, a su familia y a su equipo de trabajo quienes montaron una despedida y paralelamente el show más importante de todos estos años. Sumando la carga de este teatro, del movimiento feminista y de este momentáneo adiós.
Camila Moreno lo ha logrado, ha logrado seguir sus instintos y concretar sus ideas. Ha luchado con sus inquietudes y las ha trabajado; la danza, la magia, el cine, la música y la maternidad han llegado a su vida a entregarle nuevas batallas. Ahora se despide de los shows, las giras, las entrevistas y todo lo complejo que tiene el lado B de la música, las canciones seguirán iluminando su vida, no hay duda de eso. En un país como Chile en dónde la valoración del trabajo artístico ha sido tan mezquino con sus artistas y en donde ser mujer todavía implica tantos obstáculos sociales, lograr lo que ha logrado Camila es aplaudible, valorable y respetable. Gracias Camila, por la música, por las canciones, por las mujeres y por la magia, buen viaje.