Fotografía por Pablo Wilson | Gentileza de Agencia La Luz
En este punto de su carrera, resulta innegable afirmar que Néstor Cantillana es uno de los actores más versátiles y reconocidos de nuestro país. Tras participar en la Academia de Actuación del profesor Fernando González Mardones durante los noventa, ha desarrollado una amplia trayectoria en teleseries como “Romané” (2000), “El circo de las Montini” (2002) y “Pacto de sangre” (2018), y series como “Los 80” (2008-2014), “42 días en la oscuridad” (2022) y “Los mil días de Allende” (2023), por nombrar a algunas.
En lo que respecta al cine, recientemente ha sido parte de producciones nacionales como “El castigo” (2022) de Matías Bize, “El fantasma” (2024) de Martín Duplaquet, y “El lugar de la otra” (2024) de Maite Alberdi. Sin embargo, el pasado jueves 23 de enero se estrenó la película que alberga uno de los roles más desafiantes de su carrera: “Patio de chacales” (2024), la ópera prima del cineasta Diego Figueroa.
Situada en el Chile de 1975, la historia se enfoca en Raúl (Nestor Cantillana), un solitario maquetista que vive en un barrio aparentemente tranquilo. Tras la llegada de nuevos vecinos, se desata una serie de eventos violentos que revelan los oscuros secretos de los nuevos residentes, poniendo en jaque el actuar del protagonista.
“El desafío más grande fue cómo lograr transmitir dignidad y humanidad a un personaje que si uno juzgara podría decir ‘huevón pusilánime, no es capaz de nada’”, confiesa Nestor Cantillana, en exclusiva para Solo Artistas Chilenos. “El personaje no se agarra a combos, ni es Bruce Willis; no es un personaje de acción que dice ‘ya, vamos a detener a esta gente’. Es un tipo que tiene un gran trauma interior, pero que debe tomar en algún momento una decisión”, comenta.
— ¿Cómo llegaste a “Patio de chacales”?
Diego me contactó para participar en la película. Cuando me llamó, justo me había venido a vivir a Valdivia, entonces tuve una reunión para decirle “gracias, te pasaste, pero va a estar difícil”. Era muy complejo para mí, e imaginaba que también para ellos en términos de producción; tener que ir a Santiago y estar un poquito más de un mes haciendo la peli. Pero Diego insistió y me mostró su corto desde donde nace la idea de esta película. Me impresionó, me gustó mucho.
— “Los vecinos” (2015), ¿cierto?
Sí. Después me mandó el guión, lo leí y también me gustó. Ahí nos juntamos, tomamos un café y, claro, me di cuenta que, a pesar de su juventud, tenía la película súper clara. Además, teníamos varios puntos de vista bastante cercanos en relación al personaje y al desafío de encarnar uno que lleva el peso de la película. Raúl es un tipo solitario; emocionalmente torpe, habla poco, su mejor amigo es un pajarito y vive con su mamá. Era un gran desafío tratar de que la gente siguiera y acompañase el viaje de este personaje que no dice mucho, con un foco más bien lo que no se dice, muy parecido a la narrativa de la película: ese horror que no se ve, pero que percibimos, sentimos, y escuchamos. Todo me pareció súper desafiante, así que acepté la invitación.
— En paralelo a los desafíos que planteaba este rol protagónico, ¿qué te atrajo de la historia para participar en el proyecto?
Varias cosas. Por ejemplo, el que a pesar de que la historia transcurre en los tiempos más oscuros de la dictadura, nunca aparece Pinochet o un militar; nunca se ve nada, todo se siente, se percibe, o se escucha. Eso me pareció muy novedoso. Y lo que también me llamó mucho la atención —y en algún punto yo le decía a Diego que confiaba plenamente en él— es el pasado del director en el mundo del montaje, entonces sabía que cuando filmábamos me diría “vamos a llegar hasta acá”, “me interesa esta escena de acá” o “esto lo veo así”.
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El género como espacio de memoria
Si bien “Patio de chacales” se presenta como un acercamiento atípico en lo que respecta a otras producciones nacionales de ficción en torno a la dictadura cívico-militar, Nestor no puede evitar ver a su personaje como una gran metáfora. “Cuando eres ignorante y no sabes lo que está pasando, puedes no hacer nada; no sabes. Pero cuando te das cuenta que el horror está pasando al lado tuyo, detrás de ese muro, tienes que tomar una decisión”, afirma.
Tras recibir el premio a Mejor Director en el 28° Festival de Cine de las Noches Negras de Tallin (BNFF), el largometraje tuvo una de sus primeras exhibiciones con público chileno en el 36° Festival Internacional de Cine de Viña del Mar (FICViña), en donde no tan solo obtuvo el premio a Mejor Largometraje, sino que resultó ser la primera vez que el actor pudo verse en pantalla grande, entre comentarios, suspiros y gritos de la audiencia presente.
— ¿Cómo fue la recepción del público?
Hicimos un conversatorio y asistió mucha gente joven que no había vivido en carne propia los tiempos de dictadura. Muchos decían “ahora entiendo lo que decía mi mamá cuando comentaba esa época del miedo”, de no saber qué decir o no, si hablar, desconfiar, ¿cachai? Todo ese manto —que también está en la película— es una desconfianza permanente, un miedo que se percibe. Es muy loco porque demostró que realmente funciona lo que quería Diego: una película de género. Es terror psicológico o un thriller psicológico; una película que te mantiene en tensión todo el tiempo y no te suelta.
— Tomándome de esto último, ¿cómo te sentiste trabajando en una película, como bien dices, de género en torno a la dictadura? Sobre todo pensando en que muchas producciones sobre la época suelen ser dramas o, derechamente, historias en formato documental. Un thriller psicológico en dictadura no es algo común.
Claro, no soy público. Las películas de terror me dan miedo. No las veo, o las veo a las 3 de la tarde. No vería una película de terror para después irme a acostar. En este caso, tenía plena confianza en el director más que yo actuando de tal manera, o ver tal película para inspirarme. Igual vimos un par que tenían que ver un poco con este mundo, como “The Conversation” (1974).
— ¡La de Coppola!
Claro. También está “Blow Out” (1981) de Brian De Palma, en la que John Travolta interpreta a un sonidista. Eso era para nutrirse de material, pero en términos actorales era más bien ceñirme al guión y tener claro el viaje de este personaje, porque uno filma siempre en desorden. Era súper importante tener claro en qué punto de la angustia, la paranoia, o la locura de este personaje estás. Todo ese mapa lo tenía más o menos claro y Diego también, entonces, construimos juntos ese viaje, estando atentos al presente de la situación, de la escena.
Una nueva vida en Valdivia
En paralelo al estreno de “Patio de chacales”, Nestor continúa desarrollando su vida en Valdivia, ciudad en la que vive hace tres años, alejándose del frenético ritmo de la capital mientras se nutre del arte que ofrece la región. “Hay un teatro muy lindo acá: el Teatro Regional Cervantes. Tienen conciertos de música clásica, rock y a veces vienen obras de teatro de Santiago”, destaca. “En general las obras vienen un día y se van. Con un grupo de valdivianos, quisimos hacer una con actores de acá y potenciar el intercambio; más que albergar una obra de afuera, poder hacer una acá, con funciones en la ciudad, y eventualmente viajar a otras regiones o a la capital”.
La obra en cuestión es “Un dios salvaje” (2007), una obra de la dramaturga francesa Yasmina Reza sobre dos parejas de padres que se reúnen a discutir sobre la violenta conducta de sus hijos, derivando en un caos absoluto para cada pareja. La versión valdiviana es dirigida por el actor Álvaro Espinoza y cuenta con la participación de Macarena Teke, Daniela Pino, Samuel González y, por supuesto, Néstor Cantillana.
“Hacer más de una función siempre es un desafío, y nosotros quisimos hacer tres”, afirma. “Siempre estaba el riesgo de que a lo mejor en una función —como es una sala grande para 600 personas, un poco más— quizás ya la vio toda la gente interesada en la primera función, pero hicimos tres funciones y en todas estuvimos a sala llena”, comenta con orgullo. “Fue una experiencia muy linda”.
— ¿Cómo fue el proceso de montaje?
Álvaro Espinoza, que dirigió, viajaba desde Santiago a ensayar con nosotros. Cuando nos juntábamos con él, era una especie de residencia: ensayábamos en la mañana, parábamos a almorzar y seguíamos en la tarde. Después él volvía a Santiago y nosotros seguíamos ensayando. Fue súper bacán porque logramos un producto que nacía desde la región, con recursos de la región, y con actores de Valdivia. Es muy lindo hacer un proyecto de calidad, —y un texto potente— prescindiendo de Santiago. Ahora nos están ofreciendo hacer una función en febrero, para el aniversario de Valdivia. La idea es ir ojalá a Osorno, tratar de tener una itinerancia en la región y después ver si es que sale alguna invitación interesante para ir a Santiago, para una o dos funciones. Es súper importante fomentar el intercambio de artistas locales y santiaguinos, porque ahí se genera una retroalimentación fructífera para ambos lados.
— ¿Cómo has visto la escena actoral de Valdivia?
¡Súper bien! Hay harta movida también en danza y grupos locales. Al Samuel González, por ejemplo, lo conocí cuando me dirigió en un cortometraje. Suele trabajar con jóvenes y niños; hace un taller de teatro con integrantes de una escuela rural. Con ellos escribe un guión, después llaman a un actor o actriz con experiencia, y dicho intérprete se transforma en el actor de soporte para el niño o niña que protagoniza el proyecto. Es muy lindo lo que hace. Y con la Dani Pino es similar; trabajamos juntos en las series “42 días en la oscuridad” (2022) y “Vencer o morir” (2024). A ella también la conocía en su faceta musical y teníamos ganas de trabajar juntos ¡y lo logramos! Es lindo tener nuevos amigos valdivianos con los cuales poder seguir haciendo cosas.
Y además de tu faceta como actor, ¿tienes pensado desarrollar otra faceta artística en Valdivia?
Gané un fondo para dirigir un cortometraje en Valdivia. Fue el año pasado, pero por agenda tuve que postergarlo, así que se hará este año. Ahora tengo febrero y marzo para afinar el guión y llegar a una versión que nos deje a todos contentos y, en relación a eso, comenzar la pre-producción. Sería mi segundo cortometraje como director, así que estoy súper entusiasmado por eso. Lo vamos a hacer acá en Valdivia, por supuesto. Esperamos filmar en septiembre o noviembre, aproximadamente.
Durante lo que queda de enero, Nestor estará enfocado en continuar con la promoción de “Patio de chacales”, largometraje desafiante, pero cuyo resultado lo tiene contento. “Logra meterse en un tema complicado, desde un formato fresco. Realmente estás viendo una película de misterio que te atrapa y creo que eso es bien novedoso para el cine chileno”, cierra.
“Patio de chacales” (Diego Figueroa, 2024) tuvo su estreno nacional el jueves 23 de enero. Distribuye Storyboard Media.