Dos años después de “Carmen 1940” (2021) llegó a nosotros una creación original, desatada y experimental, desligada del estilo que conocíamos y, que por cierto, deja la vara alta para el larga duración venidero de la viñamarina.
Foto por Dorian Ulises
Norma Monserrat Bustamante Laferte saltó sin paracaídas de un precipicio y supo como volar. Aventurarse en caminos desconocidos es un riesgo, peligro que no detuvo a Mon Laferte a elegir como una carta de presentación a Te Juro que Volveré, una producción que se aleja completamente de su zona de confort.
Proveniente desde el campo de la biología, “Autopoiesis” es un término acuñado por el chileno Humberto Maturana, quien combinó dos palabras del diccionario griego para definir a la vida: “auto” (a sí mismo) y “poiesis” (creación).
«Los seres vivos somos sistemas autopoiéticos moleculares, o sea, sistemas moleculares que nos producimos a nosotros mismos, y la realización de esa producción de sí mismo como sistemas moleculares constituye el vivir«.
Humberto Maturana, biólogo, filosofo y escritor chileno.
¿Qué quiso decir Maturana con esto? Para entenderlo sencillamente, cada ser vivo es un sistema que se crea constantemente a sí mismo, incluyendo la propia reparación, mantención y modificación del sistema.
Con 14 composiciones -dos de ellas siendo una suerte de interludios- Mon Laferte derrumbó los códigos sociales que la vinculaban estrictamente a ciertos géneros musicales asociados a su carrera. ¿Cuántos tipos de melodías aborda esta mezcolanza de letras?
Autopoiética: El álbum ibuprofénico
Esta grabación es un viaje que pasa por la bossa nova, los boleros, el dance-punk, el trip hop, y los ritmos urbanos… sin duda, hay muchos más que los mencionados.
A modo personal, se me hace inevitable no asociar cada pista del disco a una etapa diferente de la cantautora; resulta imposible que aquellas piezas de Autopoiética que siguen un estilo sonoro «mexicanizado» nos pongan a SEIS a la mente, por ejemplo.
Y es que así se entiende el título del disco. A sus cuarenta años, y con veinte de ellos tras los micrófonos y las luces, Mon Laferte, como música, no deja de redefinirse. Esta última producción podría fácilmente ser la mezcla de todos sus universos.
Con incrustaciones e inspiraciones de otros artistas adornó la columna vertebral electrónica de este álbum. Portishead, Los Ángeles Negros, Esther Margaritas, Vincenzo Bellini, Rosalía, la Biblia y una película franco-japonesa de 1959 son un par de ellos.
Aunque no son mencionados, los mensajes de algunos de estos son citados directamente en las líricas del disco, mientras que otros son utilizados únicamente como referentes sonoros.
Experimental y artístico. Como dato freak, pensé inmediatamente en Rosalía en la primera escucha del larga duración. La pista homónima al álbum, Autopoíetica, y que menciona solo adjetivos de la cantante, me recuerda a la canción de MOTOMAMI titulada MOTOMAMI.
Y es que en realidad, este proyecto discográfico es un experimento de nuevas herramientas: creaciones con bases de samples y colapsado de efectos sonoros difíciles de olvidar. Con este esperado lanzamiento que recopila historias autobiográficas y de sus relaciones interpersonales, Mon Laferte logró (re)cautivarme en su «mundo sónico».
A Manu Jalil, Jorge Valdes, Paola Zozaya, Dano Martínez, Magicenelbeat, Nicolás Chávez Alzaga y todos los que estuvieron inmersos en este episodio creativo les doy las gracias, pues crearon lo que para mí, es el disco del año.