El pasado 18 de abril se estrenó en cines chilenos Historia y geografía (2023), la nueva película de Bernardo Quesney. En conversación con SACH, el cineasta nos cuenta detalles sobre su más reciente largometraje, su vínculo con los videoclubes de San Felipe, y la relación del chileno con el chiste corto.
Luego de su exitoso paso en certámenes nacionales como el Santiago Festival Internacional de Cine (SANFIC), el Festival Internacional de Cine de Antofagasta (Antofacine) y el Festival de Cine Nacional de Ñuble, el pasado 18 de abril se estrenó en cines chilenos Historia y Geografía (2023), la nueva comedia del cineasta Bernardo Quesney.
Debido al nexo audiovisual con artistas chilenos tan diversos como Pablo Chill-e, Princesa Alba, Nicolas Jaar, Marcianeke, Dënver, Pedropiedra y próximamente Nando García —por nombrar algunos—, el director oriundo de San Felipe es mayormente conocido por su trabajo en videos musicales nacionales, habiendo producido más de 50 clips hasta la fecha.
A pesar de su vínculo con el mundo del videoclip, Bernardo mantiene un profundo vínculo con el séptimo arte desde que tiene memoria. «Yo creo que me gusta el cine desde los siete u ocho años», detalla el realizador a Solo Artistas Chilenos. «Creo que todo surgió cuando descubrí el placer de arrendar películas», afirma.
— ¿Alguna experiencia memorable arrendando películas?
Cuando estaba en 5º básico vi «Scream 2» (Wes Craven, 1997) con unos amigos de San Felipe. Me voló la cabeza. Sentí que era la mejor película que había visto. Me obsesioné tanto que empecé a hacer una película llamada «Cuchillada» e invité a todos mis compañeros a actuar. En las «Scream» nombran una película que se llama «Stab»; es como lo mismo. Nos matábamos todo el rato. Había mucho ketchup y todos teníamos, no sé, ¿11 años? No había un guión muy bueno.
— ¿Y dónde se puede ver esa película?
Terminó siendo utilizada para un videoclip de Alex Anwandter: “Los gatitos hermanos se reconocen después de años?”. Pero tengo algo anterior, perdón. Si omito esto mi familia me destruiría. Se caería la narrativa.
— Adelante.
La primera película con la que me obsesioné fue «La máscara» (Chuck Russell, 1994). No podía creerlo. Llegué al colegio creyéndome Jim Carrey. Me compraron el soundtrack para un cumpleaños, ¡hasta tengo una figura chiquitita! Es como un hito para mí. La encontraba buenísima. Hace poco la vi de nuevo y entiendo por qué gustó en su momento, sobre todo por sus mezclas con CGI. Piensa que me obsesione al nivel de actuar, aunque nunca quise ser actor.
— ¿Y en qué lugares arrendabas estas películas?
Arrendaba en el videoclub Prismos. Después llegó el Blockbuster a San Felipe y arrendé cada vez más. Imagínate el nivel de nerd que era: tenía 13 años y me habían invitado a la casa de un amigo, pero yo estaba enojado porque había gastado mi plata en dos películas: «El pianista» (Roman Polanski, 2002) y «Lugares comunes» (Adolfo Aristarain, 2002). Y ahora pienso «¡debería haber disfrutado!». Igual fui donde mi amigo, pero estaba triste. Mis papás terminaron viendo esas películas. Menos mal después compensé y vi más tonteras. Me ayudó, porque si no te transformas en un asesino.
— O en un director.
Están cercanos.
Haciendo el humor
Historia y Geografía narra la historia de Gioconda Martínez (Amparo Noguera), una recordada actriz que decide volver a su natal San Felipe para montar una obra de teatro basada en La Araucana y, de paso, enterrar su pasado como «La huachita», un personaje que le dio gran popularidad televisiva en plena dictadura cívico-militar. Obviamente, todo esto en tono de comedia.
Bernardo cree que su personalidad lo encaminó a lo cómico. «Me gustaba ironizar todo el rato», recuerda. «Los trabajos de colegio siempre eran una película, desde un comercial para adelgazar hasta una biografía de Arturo Prat. Ya cuando se me olvidó el terror, me empezó a gustar mucho la comedia», asegura.
— El terror y la comedia tienen un elemento en común: la tensión. Y en «Historia y geografía» hay mucho humor incómodo, tanto en la construcción narrativa de algunas situaciones como por el uso constante de zooms. ¿Qué te llevó a perseguir este tipo de comedia?
Es raro, como que uno no se da cuenta. Yo pensaba que mi humor era más familiar, pero con el tiempo me he dado cuenta de que estoy más cercano a que la gente diga «qué raro eres». Todavía me acuerdo cuando mostré la película a la mamá de una ex polola que nos ayudó en los subtítulos y nos dijo «qué atroz la película, qué incomoda». Te juro que yo no sé si buscaba incomodar, es lo que a mí me gusta ver. Me rio mucho con esas situaciones e incluso uno escribe pensando en esas situaciones.
— ¿Qué situaciones fueron el puntapié de tus películas anteriores?
Cuando hicimos «Efectos especiales» (2011), que era la primera, fue una improvisación de una hora y media o dos horas. Después la corte un poco más. Si bien es mucha improvisación, igual hay algo que me gustaba y que salió inmediatamente: era violenta. Era una comedia pesada, sin querer ser elevada. Y «pesada» porque la gente se trata mal, se dicen cosas. Después en «Desastres naturales» (2015) me obsesioné con entender a otro personaje fuera de este ambiente: una profesora que no quiere jubilarse. Y en «Historia y geografía» jugué con varios elementos que a mí me encantaban, como el teatro.
— ¿Tienes algún vínculo con esa disciplina?
Participé en teatro desde el colegio. Obras pésimas, pero me encantaban. Después me metí a varios talleres. Cuando investigué para esta película, veía a niños reflexionando con vestimentas teatrales y sentía que más que ser muy serio, es que los actores se lo toman muy en serio. Es cómico reírse de ellos también. Al final cuando te ríes de ellos también te ríes de ti. Cuando empecé este proyecto me sentía un poco como Gioconda; me metí en un proyecto donde yo debería saber más de los pueblos originarios. Empecé a investigar ¡y ahora sé! Pero en un momento era como «mierda…». Me leí ese libro gigante llamado «La araucana» como dos veces. Me costó demasiado. Me sentí estúpido.
— ¿La primera o la segunda vez?
La primera. Enfrentarme a como se narra. Tiene unos tiempos medios extraños, así que me costó mucho ¡y eso que yo igual leo! Aquí sentí que esto era subrayar, resumir, subrayar, resumir… ¡Sentí que estudié! Mucho de lo que sentí lo utilicé para el personaje. «Te metiste en un cacho», entonces expandamos ese cacho y riámonos de eso.
Al chileno le gusta el chiste corto
Bernardo nos cuenta que eligió a la actriz Amparo Noguera para interpretar a Gioconda Martínez debido a su rol en las obras «Tres noches de un sábado» del Teatro Ictus y «Mano de obra» de Teatro La Memoria. Sin embargo, al momento de escribir a su personaje encontró cierta inspiración en un clásico —y cuestionado— ícono cómico chileno: Che Copete.
«Caminando por Bellavista, pasé por el Montecarmelo —un teatro de comedia— y tenía un póster gigante anunciando el nuevo espectáculo de Che Copete: ‘Un hombre fantástico con el Óscar en la mano’. Y todo esto en el momento en donde las noticias hablaban de Daniela Vega y su película con Sebastián Lelio«, recuerda Bernardo. «Ni siquiera me dio risa, pero le saqué una foto y se la envié a Simón Soto, uno de los guionistas con los que trabajé en la película», aclara.
— ¿Fuiste a ver el show?
No me atreví, pero solo por el póster. No solo por creer que está mal o desfasado, sino porque no entendió nada. Igual eso es chistoso. Al final, así es como piensa el personaje de Gioconda. Ella cree que es parte del hype, pero su pasado y sus referentes no son políticos; no tiene mucha pretensión artística.
— Aparte de eso, ¿hubo alguna inspiración real para el personaje de Gioconda?
Pensaba en el «Jappening con ja» en general; su cercanía a los militares y su humor. Me pregunté «¿qué pasaría si una persona así llega al Chile de hoy?». Que llegue una especie de Godzilla del «Japenning…» a hacer un taller en San Felipe da mucho para la comedia.
— ¿Qué te pasa cuando los comediantes más antiguos —desfasados, como mencionas— afirman que ya no se puede reír de nada?
Es una frase terrible. Incluso la puse en la película. Es no tener esa capacidad de análisis de que te estás riendo, pero también encuentro que hubo un momento —medio estallido social, medio revolución feminista— en donde hubo mucha funa y, obviamente, los primeros en caer fueron los que hacían ese estilo de humor. Yo encuentro que es malo borrarlo. Creo que hay que aceptarlo tal cual como aceptamos que tuvimos diecisiete años de dictadura. Si en tu infancia te reías con eso es un reflejo de cómo era el mundo y quizás sí, los tiempos cambian y eso hay que aceptarlo y entenderlo, pero también entenderlo como cuando uno ve una película de época.
— ¿En qué sentido?
Las películas de época reflejan dicho mundo. Con esto es lo mismo. No hay que borrarlo, condenarlo o destruirlo. Ni siquiera destruir a esas personas porque la televisión es un reflejo de lo que todo un país se ríe.
— Justamente, «Historia y geografía» explora la relación que tiene Chile con la comedia y el chiste corto, si se le quiere ver así.
De partida, yo creo que los chilenos somos chistosos pero de un humor muy oscuro. Dark. Cuando leo comentarios de Instagram quedo impresionado con el nivel de ironía, destrucción y poesía. ¡Y es gente joven escribiendo! Pero oscurisimos y sin piedad. Creo que no somos un país alegre o prendido, sino chistosos como Buster Keaton; puede haber explosiones, violencia y algo medio deadpan.
— ¿Y en el caso del cine?
Creo que nuestras mejores comedias no son comedias, como «Palomita blanca» (Raúl Ruiz, 1973) o «El club» (Pablo Larraín, 2015), que me parece una gran comedia negra. Quizás su director jamás va a decir que es una comedia, pero tiene unos diálogos en donde me reí a carcajadas, sobre todo porque no se están haciendo los cómicos. Igual tal vez nadie más cree que «El club» es una comedia, pero yo sí.
— Tal vez con esta entrevista aparecen adherentes.
Es una excelente comedia y sobre todo porque al final quien los estaba cagando termina viviendo con ellos. Es una estupidez. Obviamente habla de cosas atroces, pero yo creo que es una excelente comedia.