Desde el desgarro de Violeta Parra hasta el pop radial de Frecuencia Mod. La música chilena está llena de voces femeninas que han dejado una huellas en el cancionero popular y acá en SACH, a propósito de un nuevo 8 de Marzo, quisimos destacar a nueve producciones esenciales impulsadas/creadas por mujeres.
Violeta Parra – Las Últimas Composiciones (1966)
La artista más importante en la historia de Chile. Cantautora, recopiladora, artesana, artista visual y pintora son solo algunas de las disciplinas en que Violeta pudo mostrar su talento. Sin embargo, en 1966, poco antes de su fallecimiento, lanzó un disco que dejaría una huella imborrable en el cancionero popular. Como una suerte de epitafio adelantado, Las Últimas Composiciones muestra el lado más intenso y contradictorio de Parra, con canciones que van desde la rabia de Maldigo del Alto Cielo hasta el himno universal que se convirtió Gracias a la vida. Otros temas como Run Run Se Fue Pa’l Norte, El Albertío y Volver a los 17 también fueron incluidos en este álbum., el cual a más de 50 años de su lanzamiento sigue conmoviendo.
Cecilia, La Incomparable – La Incomparable (1965)
En Chile hay una sola mujer que puede llevar el apodo de «La Incomparable» y esa es Cecilia Pantoja. La oriunda de Tomé ha dejado una huella en el cancionero popular con un sello único, aplaudida tanto en Chile como el extranjero, siendo la protagonista indiscutida de la Nueva Ola Chilena. A mediados de la década de 1965, publicó su segundo disco que incluyó la participación del maestro Valentín Trujillo en el apoyo orquestal. Alta calidad interpretativa y vocal que queda en evidencia con canciones como Buen Día Tristeza, Como Una Ola, Aleluya y Esa Nube.
Aguaturbia – Aguaturbia (1970)
A mediados de los años 60, un grupo de amigos surgió de los suburbios para remecer la escena musical chilena. Carismáticos, desinhibidos y transgresores, Aguaturbia cambió la forma de hacer música en el país, agitando a una sociedad que no estaba acostumbrada a tanto alboroto. Denise, su vocalista, se convirtió en todo un símbolo de la liberación femenina y así quedó reflejado en su álbum disco homónimo. Más allá del revuelo que causó su atrevida portada (para la época), este disco grabado en apenas tres días es una parada obligatoria para entender el rock en Chile.
Frecuencia Mod – Frecuencia Mod (1978)
Con letras de Scottie Scott y arreglos musicales de Guillermo Rifo, el trío musical compuesto por las hermanas Patricia, Dolores y Soledad publicó a fines de los ’70 uno de los discos más subvalorados del cancionero popular. Es uno de los escasos ejemplos de música bailable de calidad hecha en Chile, con una orientación hacia el pop europeo y la música disco que les valió el apodo de las «ABBA chilenas». Canciones como “Cállate, ya no me mientas”, “Duele, Duele”, “Yo soy una dama” y “¡Oh! Qué pena” forman parte del inconsciente colectivo, pero pocas veces se recuerda a quienes fueron sus intérpretes.
Nicole – Sueños en Tránsito (1997)
Con dos discos editados, Denise Laval marcó un quiebre con su pasado de pop juvenil a través de canciones que la incorporaron parcialmente como compositora, y un inédito acercamiento suyo al rock y la música electrónica. Singles como Despiértame, Noche y Todo lo que quiero la afirmaron como una cantante atenta a su tiempo, a su manera de querer comunicar, y ahí Gustavo Cerati cumplió un rol fundamental en la producción.
Mamma Soul – Fe (2001)
Sólo voces femeninas a la cabeza de uno de los proyectos más interesantes del música chilena a comienzos del siglo XXI. Moyenei, Michéle, Jeannette, Natalie, Paula y Myzty-k publicaron en 2001 su aplaudido disco debut que fusionó la calidez de texturas sonoras como el soul, R&B, funk y rap con el dolor de letras marcadas por las experiencias vividas en dictadura. Una propuesta pop distinta, que les valió su posicionamiento radial gracias a sencillos como Consecuencia, Eternamente, Bendición y Fe.
Javiera Mena – Esquemas Juveniles (2006)
Mediados de los ‘2000, una Javiera Mena de 23 años sorprendía con un disco que sentaría las bases de una generación del pop chileno. Un material impregnado de adolescencia gestado con guitarras acústicas, simples teclados y computadores caseros, que adoptó una nueva jerarquía de compositores que no temen en pasar de la electrónica a canciones melancólicas, incluso darse el tiempo para homenajear a un clásico del dial AM: Yo no te pido la luna, de Daniela Romo. «Tantas canciones buenas», como versa Javiera en Sol de Invierno.
Mon Laferte – Mon Laferte Vol.1 (2015)
Un simple video en YouTube interpretando una versión acústica de Tu falta de Querer cambiaría para siempre la vida de Norma Monserrat Bustamante Laferte, quien llevaba años tratando de «pisar el palito» en México. La desgarradora canción llegó a oídos de Universal Music, sello multinacional que reeditó su disco y lo distribuyó en toda Latinoamérica. Con temas como Tormento, Amor Completo y El Cristal, la cantautora trajo al presente a los boleros, las baladas y esas canciones de alta calidad interpretativa que nos recuerdan a grandes voces del siglo pasado. Con este álbum, Mon marcó un comienzo sin vuelta atrás y que hoy día la tienen como la mayor figura de la música chilena de proyección internacional.
Camila Moreno – Mala Madre (2015)
De la mano de la producción de Cristián Heyne, Cristóbal Carvajal y Tomás Preus, la cantautora lanzó en 2015 uno de sus discos más viscerales. Timbres acústicos y electrónicos, análogos y digitales en función de leras tan íntimas como desgarradoras. Así aparecen bellas melodías temas como “Sin mí”, “Piedad” y “Julia”; el desenfado de “Máquinas sin dios” y “Libres y estúpidos”, o la fusión catártica de “Tu mamá te mató”, las cuales conjugan en una sola gran obra inspirada en la brujería y el concepto de «mala madre».