Fotografía por Guillermo Molina
En su afán por ser leído, y ante la latosa burocracia existente en las grandes editoriales para publicar a nuevos talentos, Ortega optó por autoeditarse, y así en 2013, lanzó y comenzó a vender el “Elogio del Maracanazo” de manera independiente tanto en Chile como en el extranjero. Sin embargo, a 10 años de su lanzamiento, el libro cuenta con tres nuevas ediciones en español publicadas por editoriales de México, Chile y Uruguay. Además, de una edición traducida al portugués, que contiene ilustraciones, y fue publicada por una editorial brasileña.
El 16 de julio de 1950, Brasil y Uruguay disputaban la final de la Copa del Mundo de aquel año en el Estadio Maracaná, siendo el equipo carioca el claro favorito para quedarse con el certamen. Sin embargo, a los 34’ del segundo tiempo, el puntero uruguayo Alcides Ghiggia anotó un gol que silenció a un estadio con más de 170 mil espectadores, dándole el título a Uruguay y gestando un hito que marcó para siempre la historia de este deporte, el ‘Maracanazo’.
En el 2013, 63 años más tarde de aquel mítico momento, el libro “Elogio del Maracanazo” del escritor chileno Víctor Hugo Ortega vio la luz. Este consiste en una colección de cuentos plagados de emociones, simbolismos y nostalgia, que conforman un libro que, pese a tener al deporte rey como eje central, no es solo sobre fútbol, sino también sobre la creación de comunidad y situaciones universales que conectan con los lectores de distintos países.
En su décimo aniversario, Ortega habla sobre su proceso de autogestión literaria y de cómo la profesionalización en el campo editorial lo ha ayudado en su escritura, además de referirse a los aspectos que han ido cambiando en las distintas ediciones del libro, y cómo estas transformaciones le dan la posibilidad de repensar su obra, y de jugar con su estructura, permitiendo que ya sea en español u otro idioma, aún queden historias por contar.
— A propósito de los 10 años que cumple el lanzamiento de la primera edición del libro, ¿cómo ha sido esta década para usted como autor, el pasar de la autoedición a ser publicado por editoriales de Chile y el extranjero e incluso ser traducido a otro idioma?
«Ha sido un viaje de profesionalización, principalmente, y de estudio del ámbito literario, que a mí me interesa bastante. De hecho, en estos diez años me titulé de una maestría en edición en la Universidad de Diego Portales, aprendí mucho a editar, más allá de este magíster, aprendí mucho el oficio de la edición. Como antes autogestionaba los libros, era un proceso que hacía precariamente porque siempre esas primeras ediciones tienen erratas, tienen pequeños baches y aprendí la complejidad que tiene el oficio de la edición. Se frenó un poco la autogestión, pero fui tomando ciertas referencias de editoriales, editores y editoras que conocí, para poder también sumarlo a lo que más me interesa que es la escritura. Entonces digamos que el proceso fue autogestión, autopublicación, autoproducción literaria, editorial, estudiar el campo, profesionalizarme en eso y volver a escribir con un bagaje más grande respecto al campo de la edición. Mientras que, en términos literarios, sin que suene mal, creo que se me hace más fácil escribir de los géneros que escribo. Que cuando escribo narrativa, me dispongo en una posición de escribir narrativa. Cuando escribo crónica, que es lo que más estoy escribiendo ahora, o texto periodístico, estoy en esa disposición y lo mismo con la poesía, que son los tres géneros que escribo».
— Mirando hacia el 2013 en retrospectiva, ¿esperaba que en algún momento el libro alcanzara el éxito que ha logrado ir cosechando hasta ahora?
«No, porque el libro nació en un contexto de entusiasmo, de amor por escribir, por distribuir, por conectarse con lectores, y obviamente no esperaba que el libro iba a tener tanta vida. Yo era feliz, digamos, difundiéndolo en la prensa de la época, en la tele de la época. De hecho, hasta en esa época no pensaba que ‘El Elogio del Maracanazo’ era un libro que podía interesarle a gente o a editores de otros países. No es que no tuviera confianza en el libro, pero creía que su alcance a lo mejor iba a ser más en torno a una consideración lúdica. Te lo ejemplifico con el cuento de ‘Allende era de Everton’, que está lleno de palabrotas, chuchadas, insultos. Y yo dije, bueno, con este cuento me cierro a cualquier intento de que esto pueda trascender o que pueda tener más vidas, y me equivoqué, porque otros editores chilenos, uruguayos, mexicanos, brasileños, encontraron en ese desparpajo que es el que tiene uno cuando se anima a hacer un libro por la suya, encontraron algo que le llevó a publicarlo y a seguir siendo parte de esta historia».
— Desde el original y a lo largo de las nuevas ediciones que han ido saliendo, ¿cuál considera que ha sido el cambio más notorio que ha enfrentado el ‘Elogio del Maracanazo’?
«Creo que la fluidez de las palabras. Yo vengo del periodismo, y creo que es una escritura super periodística, no solamente por su sintaxis, sino que también por la referencia, y a veces el periodismo se interrumpe mucho con ciertas frases hechas, entonces en la medida en que el libro tuvo la posibilidad de ser editado una y otra vez, se fue haciendo más fluida su escritura, y por ende su lectura, y el proceso editorial trató de tener un objetivo que no se interrumpiera con adornos. O sea, digamos que la primera edición estaba muy adornada por palabras, por frases, por conectores, y la última edición en español, que fue la edición uruguaya del 2020, ya era una escritura mucho más fluida».
— En estos diez años desde el primer lanzamiento, ¿ha cambiado la percepción que tiene sobre el libro, se considera satisfecho o mantiene una constante postura perfectible en cuanto a su creación?
«Creo que he tenido la suerte de reeditar un libro que va cambiando, se va transformando, y esa transformación da la posibilidad de que uno pueda pensar el libro de nuevo, pensarlo, digamos en su estructura, y aunque no siempre los cambios son tan fuertes, a veces el que el libro tenga otro final, por ejemplo la edición uruguaya tiene un cuento final distinto a la edición chilena o mexicana, eso lo convirtió en otro libro porque la edición uruguaya tiene un cuento que fue escrito ocho o nueve años después. En la edición brasileña hay otro cuento que responde a la cultura brasileña, la historia de una brasileña que estuvo en el Estadio Maracaná el día de la tragedia, entonces es bonita como la suerte de poder reeditarlo te va dando la posibilidad también de jugar, de seguir jugando. Entonces eso es bacán, que el libro en su autogestión parte desde un contexto lúdico de ‘oye, voy a jugar a ser escritor’ y finalmente sigue el juego. Entonces, al final, tú mueves una pieza y el libro tiene otra circularidad».
— ¿Cómo considera que cuentos que abordan temáticas muy locales, como lo son ciertos jugadores de fútbol, lugares, figuras como Salvador Allende, entre otros, pueden lograr una conexión con lectores de otras nacionalidades que incluso, en muchos casos, ni siquiera hablan español?
«Porque los referentes son locales, pero las situaciones son universales. Los referentes son locales y dicen mucho para nosotros. Si lo leyera un alemán o un italiano que quizás no conoce esos referentes, es la historia que hay detrás de los personajes la que los va a llevar a pensar en su propia historia con sus propios referentes. Entonces ‘Yo ayudé al Coto Sierra a hacer ese gol’, a lo mejor en Brasil habrá un brasileño que va a decir este jugador no significa nada para mí, pero alguna vez yo pensé en prender una vela para que mi jugador favorito hiciera un gol. Son las situaciones, los recovecos de la historia, los que son universales».
— En su caso, ¿qué representan para usted estas figuras? ¿Cuál es el peso que han tenido en su vida personal?
«Son referentes. Referentes deportivos y para mí el deporte, mirar deporte, conversar de deporte, es algo muy importante. Nuevamente por la noción de comunidad. Zamorano y Salas fueron parte de una época muy bella para el deporte chileno. Tener dos jugadores jugando en la élite después de mucho tiempo, y que quizás no han tenido un símil más allá de Alexis Sánchez, Vidal, Bravo, creo que había algo muy simbólico en ellos, eran referentes absolutos en su tiempo y eran temas de conversación en el colegio, en los primeros años de universidad, con la familia. Lo de Alcides Ghiggia, un referente también, hizo el gol más importante o uno de los goles más importantes de la historia del fútbol. La idea de ir a conocerlo fue como, ‘oye, tengo que conocer a este señor’ porque yo sabía, había leído que había gente que se lo encontraba como quien se encuentra a un vecino».
— Considerando que este no es un libro de fútbol, ¿cómo interactúan sus historias con este deporte?
«Yo me enteré con el paso del tiempo que no era un libro de fútbol, te lo digo muy sinceramente, fue con la interacción con los lectores y lectoras que yo me di cuenta de que en verdad el libro hablaba de otra cosa. Hablaba de la creación de comunidad. El fútbol me llevaba a compartir con la gente. Esa es una cuestión que nunca ha cambiado en mí, la idea de la comunidad y las comunidades a veces están muy estrechas en torno a un equipo, en torno a una selección, en torno a un estadio, en torno a una cancha. Entonces yo creo que más que el fútbol es la idea de pertenecer a un grupo que tenga apego a algo. Detrás de esos personajes chilenos que viajan a conocer a un campeón del mundo, hay algo más que fútbol, porque en el fondo van a escuchar una palabra de un sabio, van al encuentro de algo que ellos creen que es nutritivo para su vida».
— A propósito de su décimo aniversario, ¿en qué está el ‘Elogio del Maracanazo’ hoy en día?
«El ‘Elogio’ fue traducido durante el año 2021 y 2022 al italiano por una traductora que se llama Sara Caccefo, esa es una traducción que está terminada y para la cual estamos buscando editorial en Italia, con todas las dificultades que tiene estar desde Chile buscando editorial. Esa traducción ha sido leída por no pocos lectores y lectoras italianos e italianas, que me han dado sus opiniones y ha gustado, entonces yo creo que esa edición el día que llegue va a ser algo muy importante, porque aparte en el libro, en la edición original hay varias referencias a Italia, a la selección italiana, a un cineasta italiano que es Pier Paolo Pasolini. Entonces me encantaría que se publicara en Italia, ojalá pronto, pero hay que tener paciencia. También el libro se está traduciendo en estos momentos al inglés por una traductora inglesa que se llama Georgina Fooks, que ya tradujo un cuento del ‘Elogio’ para una revista que se llama Asymptote Journal, y esa traducción gustó mucho a nativos, digamos, ingleses que siguen la literatura de autor, y creo que es la edición que va a ser la más dificultosa por lo que me ha dicho la traductora. Porque obviamente en inglés hay otra estructura semántica, hay otros conceptos que significan cosas diferentes. Pero yo siempre le digo que, insisto, que en inglés también puede funcionar un británico o un gringo yendo a prender una vela porque algo pasa y le cambia el derrotero de su ídolo… Esa traducción está en proceso, va a terminar este año, me encantaría que se publicara pronto también y eso ya va a ser bonito, tener un libro tan chileno, tan local, tan del español chileno en inglés, imagínate, una locura, ojalá que se concrete».
— En el relato que da el nombre al libro, en que dos amigos buscan conocer al artífice del Maracanazo, y finalmente logran conversar con él, ¿por qué tomó la decisión de no incluir, aunque fuera una parte de la conversación con Alcides Ghiggia?
«Fue una decisión literaria, porque el cuento se iba forjando de una manera en que lo importante era más el anhelo del encuentro que el encuentro mismo, y porque también está basado, digamos, en un cuento crónica, como le han llamado algunos. Y Alcides Ghiggia era una persona bien particular, bien interesante respecto a cosas de las que él no hablaba. Por ejemplo, hubo preguntas que yo le hice, sobre el fútbol, sobre la vida, sobre el Mundial de 1950, y él dijo que había cosas de las que no hablaba porque sus compañeros ya no estaban y ya había hablado mucho al respecto. En esa época él era el único sobreviviente del Maracanazo y mantenía un perfil bajo. La resolución de ese cuento está influida por eso».
— ¿Ha pensado en lanzar una nueva edición de su ópera prima “Al Pacino estuvo en Malloco”?
«Me gustaría. Creo que como fue el primer libro fue un gran aprendizaje, fue una escuela. El ‘Al Pacino estuvo en Malloco’ también tiene un cuento futbolero ahí, que tiene que ver con José Luis Félix Chilavert, el arquero paraguayo. Me gustaría, lo intenté en algún momento, no resultó, pero el mismo ‘Elogio del Maracanazo’ me ha enseñado de que te digan diez veces que no, no implica que la undécima también te van a decir que no, así que quién sabe».