Es bien sabido que nuestra relación con la tecnología y la manera en cómo la experimentamos se ha modificado de manera radical en los últimos años. Nuestros cuerpos están cada vez más implicados y son cada vez una pieza más importante en las composiciones tecnológicas.
Nuestra relación con el cine, que desde su inicio se concibió como un artefacto tecnológico, se ha modificado igualmente. Si antes experimentábamos el cine como ventanas que observamos solo con nuestra mirada, vale decir separados de él y tomando cierta distancia con la película como objeto cinematográfico -al igual que lo hacemos con una pintura o con la pantalla de televisión -, hoy lo experimentamos cortando esa distancia, unidos a él, implicando nuestros sentidos de manera puramente inmersiva.
El 3D, el 4D, el 4DX o cosas similares, ya dan una pequeña idea de aquella modificación en nuestra relación con el cine. Pero es la realidad virtual la que sin duda viene a cambiar los paradigmas en esa relación.
“La realidad virtual va a romper la noción de ventana” dice Leo Medel, director de “Constitución”, la primera película de realidad virtual chilena, cuando habla del aporte de esta al lenguaje cinematográfico.
Y tiene razón porque ver “Constitución” no es como ver cualquier película. Al ser concebida y filmada en forma de realidad virtual hace de ella una experiencia diferente. Pero una que no es similar a la del video juego o a la de alguna aplicación para teléfonos. “Constitución” se planteó desde su inicio como una película de ficción y se mantiene fiel a eso dentro de su lógica. Y esa lógica sirve como ejemplo de la ruptura en la relación con el cine como objeto frontal.
Para dejar esta idea más clara, hay que mencionar que en la película seguimos la vida de Claudio, un fotógrafo de moda que tuvo un accidente y al que su esposa Clara (Mariana di Girolamo) le está dando medicamentos para ayudarle a recuperar la memoria. Estos medicamentos parecen tener efectos secundarios en Claudio que, durante la película, transita entre la realidad (la habitación dónde está postrado) y los sueños (los increíbles paisajes de la ciudad de Constitución), entre la vida y la muerte. Toda esta trama la vivenciamos en primera persona, pues vemos las situaciones en las que se encuentra el personaje desde su posición, desde sus ojos.
Esta decisión del director y el equipo de ponernos en una posición privilegiada como espectadores de la vida del protagonista, creo, es lo que pone a “Constitución” en ese punto de quiebre, en esa ruptura de la lógica, en un lugar absolutamente nuevo para la realización y la apreciación cinematográfica.
Aun así, consiente del revolucionario paso que significaba hacer esta película, Leo Medel parece querer quedarse en la zona de lo clásico si pensamos que cada escena es una especie de performance dónde los personajes están parados como estatuas, luciendo como objetos -casi- inalcanzables para el protagonista y para nosotros en su posición, haciendo que dicha relación con el objeto vuelva a su esencia; hay una separación, una distancia, uno es un puro observador. Acá se estaría creando una paradoja digna de mirar.
“No se quería una operación puramente experiencial e inmersiva porque ese fenómeno no es cinematográfico. Se pretendía ocupar -la realidad virtual- en una medida justa. Se quería mitad inmersiva, mitad relación cinematográfica (o relación espectador-objeto)”, dice Leo.
En “Constitución”, el espacio y la exploración visual también es importante. Al estar en la posición del protagonista, y tener un rango visual de casi 360°, es el espectador el que elige qué ver y cómo explorar cada escena presentada. Aunque no se pensó con anterioridad, dice Leo, el tratamiento espacial se fue descubriendo a medida que se filmaba. Los rayos de luz obstaculizados por personajes o las entradas y salidas como puertas y balcones visibles en cada locación son perfectos ejemplos de la expansión y proyección del espacio que, según Leo, son primeras intuiciones o acercamientos a las cosas que funcionan en este nuevo tipo de cine.
Del mismo modo, la película acerca al espectador constantemente a su propia materialidad. Es este mismo el que hace las veces de montajista pues tiene la facultad de fragmentar grandes planos fijos según su propio criterio; puede tener un primerísimo primer plano si mira a su izquierda, y un plano general si mira a su derecha.
Todas estas operaciones dejan claro que la película no es discursiva. Es más bien un ejercicio que explora la materialidad en el quehacer cinematográfico. Aun así, la película es esquemática en cuanto a su guion. Si bien puede ser un tanto confusa en su desarrollo, tiene una clara direccionalidad. Se siente un relato clásico que avanza hacia un punto, hay algo en juego, hay una decisión que uno espera ver al protagonista tomar.
Ese proceso lo hacemos junto al protagonista transitando en una especie de limbo donde la muerte y la vida se mezclan dándole a la película un toque oscuro y fantástico.
“Lo único importante es que no estás muerto”, es una línea que escuchamos a alguien decir en la película y para Leo, cuando ves la película, cuando “no estás muerto”, estás experimentando la consciencia, estas percibiendo. Esa es la moral que él intentó transmitir con “Constitución”. Esa moral también se relaciona con la acción de soñar: “Los soñadores juzgan, son neuróticos que quieren que el mundo sea de una manera, inconformistas” y esa especie de limbo en el que se encuentra el personaje es también una especie de insomnio, una experiencia parecida a una droga que trae como efecto secundario la paranoia: “Es como estar en ácido, estas bacán, pero la muerte se cuela. Es como chamánico”, dice Leo.
Así, el director ve a “Constitución” como una especie de pugna entre la neurosis y la histeria. La esposa de Claudio y su propio mundo o realidad son neuróticos: piensan que el mundo debería ser de cierta forma. El otro mundo es histérico: Constitución, la de los sueños de Claudio, es autocomplaciente. Tiene que ver con el erotismo y con la lujuria masculina. Esa pugna hace que el protagonista no tenga claro dónde debe quedarse creando un ritmo cíclico evidente en la composición estructural de la película.
Otras cosas a destacar de la película son su música y su vestuario.
Mars Cat, encargada de la banda sonora, fue alguien con quien el director se obsesionó por sus más de 500 temas producidos y 7 proyectos musicales en los que participa. Leo dice admirar su dedicación y entrega a la música. Se utilizaron algunos de sus temas y se compusieron otros especialmente para la película. Incluso se grabó una escena para la música que la chica hizo. Sus temas le dan un toque pop a la película que, si le sumamos el trabajo del vestuarista Claudio Paredes que se basa en vestidos largos muy estilizados y peinados grandes que remiten a épocas pasadas, y acompañados con los sensuales bailes que hacen algunas de las actrices (Libertad Patiño o Sabina Ojeda), le dan a la película una estética similar a la del videoclip.
Las actuaciones también son destacables. Los actores debían moverse, hablarle o mirar a la cámara y a su aparataje como si fuera el protagonista, creando gran intimidad y cercanía con uno mismo como espectador. Ese ejercicio bastante técnico hace que su trabajo sea destacable.
Con todo esto, la película que ya tuvo su estreno en Constitución el pasado 28 de octubre, y que fue producida por Merced, es sin duda un hito en la historia del cine chileno y todo lo mencionado hacen que la experiencia de su visionado sea algo que se recomienda vivir.