Texto por Janine Aravena / Fotos por Valentina Palavecino
El domingo 5 de mayo en Matucana 100, Niña Tormenta resumió casi dos años de aprendizaje y reunió a varias de sus personas favoritas sobre el escenario, pero también despidió emociones encapsuladas desde hace aún más tiempo en las canciones que compuso para su primer álbum, Loza.
“Guarda el lenguaje para entendernos, vamos a habitar un planeta nuevo”.
(Clase M, Niña Tormenta)
De la invitación a tocar con Erlend Oye en Pirque, a viajar con la Matiné Uva Robot por Alemania para acompañarlo en su gira. De compartir inspiraciones y proyectos con sus mejores amigos, a trabajar activamente desde las comunicaciones, recibir distinciones públicas y presentarse en lugares icónicos como el Museo Violeta Parra, el GAM o la Fluvial.
Son muchas las decisiones que Tiare Galaz (34) ha tenido que tomar desde que publicó sus primeras composiciones el 2017. En este corto pero intenso camino, ha preferido no hacerse de muchas expectativas porque la vida no ha dejado de ser dura. Por lo mismo, lo bueno se enmarca, y eso hizo Niña Tormenta el pasado 5 de mayo, incluso con el proceso que significó entregarle al mundo un disco tan transparente como el debut, Loza.
Dolorosas metáforas o dulces perspectivas, entre folclor y melodías. Distintas combinaciones de voces e instrumentos -principalmente de cuerda-, fueron pasando en medio de un cálido living creado para la ocasión por Taller Santo, con objetos de la tienda Hastaqueteencontre.com. Los aportes de la iluminadora Constanza Rivas y la visualista María José Tapia fueron clave para intervenir un montaje que tiene relación directa a los íntimos espacios que a menudo los músicos comparten junto a Tiare. Fue un show con detalles cargados de significados y emociones, tal como el distintivo set de loza fabricada en Penco, octava región, transformados hoy en artículos de colección.
Niña Tormenta comenzó el ritual de despedida entonando los primeros temas del disco junto a las percusiones de su hermana Macarena Galaz, teclados de María José (“Chini”) Ayarza y coros de ambas, quienes ya son parte esencial de su proyecto. La lista de canciones fue mezclando estrenos con la placa producida por Diego Lorenzini, otra piedra angular en su música y con quien repasó “Cuatro Estrellas”, además de una nueva colaboración llamada “Chao, mi niño”.
Álvaro y Alejandro de la banda Protistas también participaron de la noche, sumando electricidad en guitarra y bajo a una profunda interpretación de “Que entre el frío”, entre otros temas que fueron sucediendo tras saludos, risas y agradecimientos por parte de la protagonista de la velada, tímida pero decidida a hacerse escuchar.
Los últimos en acompañar a Niña Tormenta fueron Rosario Alfonso, Javier Bobbert y Lorenzini para la sección de la Matiné Uva Robot, cuarteto de cuerdas que presentó armoniosas reversiones corales, destacando la de “Edificios Nuevos”.
El trabajo de Niña Tormenta hasta ahora, toma la posta y el espíritu de quien reconoce la nutrida herencia cultural en nuestro rincón del mundo, la recopila, la procesa y la perpetúa desde su propia trascendencia. La misma labor desarrollada por el cantautor Héctor Pavez entre los 50 y los 70, hoy es reposicionada por ejemplo, a través de una joven voz en el clásico “A la mar fui por naranjas”.
Números más, números menos, lo más importante es lo que se logró retratar en las canciones. Niña Tormenta cerró sola sobre el escenario una de sus jornadas más importantes, dando muestra de otra exclusiva como lo fue “No necesito nada”; perfecto final lleno de sinceridad para abrir paso a nuevas etapas, da igual las que sean mientras pueda seguir cantando a corazón abierto.