Tras un EP lanzado en el 2016, Despejado llega este año con “Un nudo, una rama”, álbum de larga duración que navega por sonidos alternativos e indie, y que le abre paso a nuevos desafíos de una carrera musical como solista.
Por Makarena Sierra / Foto por Sol Jorquera
La música y la tecnología son dos pasiones que Juan Pablo Moreno sostiene desde pequeño. Cuando las combinó, pudo ver el nacimiento de Despejado, un proyecto musical solista que mantiene desde el 2016 y que este año tuvo una consolidación mayor gracias a su álbum “Un nudo, una rama”: una compilación de diez temas que cuenta con la participación de Dulce y Agraz y Javier Barría.
El cantautor penquista dice que su estilo transita entre el indie, lo alternativo y el sonido de los 90s, lo que converge en un rock desde una alma cantautora: “Nace de hacer una canción con la guitarra no más”, detalla.
Además, es parte del sello santiaguino Armatoste, un colectivo autogestionado en donde cada artista tiene la libertad de dirigir sus proyectos, lo que le ha dado la oportunidad de abrirse a espacios como la Feria Pulsar, en la capital.
Grabación de cassettes: el punto de partida
Tras haber aprendido a tocar guitarra a los 14 años tuvo el impulso de crear: primero con bases en la guitarra y luego letras de su propia autoría. “Me acuerdo que grababa en cassettes en ese tiempo y los escuchaba. Después me di cuenta que podía hacer lo mismo, pero en el computador, así que ahí fue todo creciendo en conjunto: hacer melodías en la guitarra, grabar y transformarla en canción”, expresa.
Cantar fue algo que desarrolló con el tiempo. Tuvo varias bandas de rock en las que fue, de a poco, atreviéndose a cantar cada vez más: haciendo los coros y algunas frases por detrás. Sin embargo, con la llegada de Despejado las ganas de cantar sus propias letras fueron definitivas y puso en marcha la creación de un trabajo serio y responsable que a mediados del año 2016 le permitió lanzar un EP homónimo con cinco canciones que había hecho en años anteriores sin expectativas de materializarlas en un álbum.
“Cuando lancé el proyecto yo estaba viviendo en Santiago, así que la banda que armamos para tocar en vivo era de ahí. Empecé a conseguirme fechas y conocí a una chica que tenía un espacio que se llamaba Casa Carmen en el que hacían tocatas. Era un movimiento súper underground y ahí fue el debut. Desde ahí fue tirar para adelante”. Destaca también que las presentaciones las realizó en su mayoría en casas, espacios autogestionados o ferias de ilustración.
El pisar por primera vez un escenario le dio la oportunidad de darse cuenta de muchas cosas que estando con una banda no notó, debido a la gran cantidad de información que daba vueltas: batería, guitarra eléctrica y distintas voces.
“Con el poder de una pura guitarra y la voz solamente se pueden hacer hartas cosas y esa libertad la descubrí al momento de interpretar; tener la capacidad de jugar con las dinámicas, cantar más despacio, más fuerte, adecuar ciertas partes, hacer con guitarra los arreglos de otros instrumentos y lograr cierta intimidad para transmitir. Descubrir que puedes estar cantando y conectar con alguien que te está poniendo atención”, expresa el artista.
La espacialidad de “Un nudo, una rama”
Su carrera como ingeniero electrónico le ha permitido grabar, producir y mezclar sus propias composiciones. Tal fue el caso de su último álbum, el que también cuenta con la mezcla adicional de Juan Pablo Crua y la masterización de Juan Pablo Quezada en Santuario Sónico.
Los 10 temas que integran el disco están englobados por un concepto metafórico: “Si una persona fuera el tronco del árbol, las ramas representan incursiones en otras cosas: experiencias y conexiones con otras personas. Gracias a eso, el árbol va creciendo hacia arriba y se va haciendo más grande y más fuerte con el tiempo. Decirle ‘rama’ al disco es como decir que la conexión de canciones son una entidad propia, son parte de mi historia”, dice.
Debido a esto, la espacialidad del sonido juega un papel fundamental. Los sonidos de fondo logrados a través de guitarras y teclados logran darle una densidad al ambiente. Esto ayuda a crear sentimientos de confusión e inquietud, las que junto con la soledad y la búsqueda de sentido son temáticas recurrentes en el trabajo creativo del cantautor.
“Hay un tema que se repite varias veces entre las canciones que es el paraíso perdido, un lugar idealizado que, de repente, se rompe o se pierde. Eso de alguna forma genera un viaje en el que hay que enfrentarse con experiencias que nutren el tronco”.
El hecho de tener un trabajo más elaborado y más extenso constituye para Moreno una oportunidad para abrirse paso en la escena musical penquista. “Para mí es subir otro peldaño. La energía que le puse al disco igual me hace sentir orgulloso de él y siento que es una nueva etapa que espero me permita estar en otros escenarios, participar de festivales y visitar otros lugares para tocar como Chillán, Temuco, La Serena, etc”.
Música en tiempos de revuelta
Ser músico para Juan Pablo Moreno es una necesidad y significa, desde su perspectiva, ser creativo y sensible ante ciertas cosas. Esta necesidad se vio reflejada cuando, en medio del estallido social, se juntó a reflexionar en conjunto con otros colegas de la zona sobre lo que sucedía y cómo esto se podía extrapolar a su situación en el rubro musical, lo que se materializó en la iniciativa de formar un sindicato de músicos. En esto, destaca la importancia de la territorialidad: “Los problemas que tienen los músicos de acá que en Santiago, o en otros lados. Aquí quizás uno se puede dar vuelta y ganar un poco de plata para pagar la sala de ensayo o para comprarte cuerdas, pero en otros lados ni eso”, expresa.
Además, afirma que el rol de la música dentro de situaciones como la de Chile es de contención y, sobre todo, de denuncia. “Si un músico tiene la suficiente visibilidad hubiera sido un error terrible no haberla aprovecharlo. También me parece que no todos los músicos tienen esa postura necesariamente en sus canciones, que es distinto que tenerlas en la vida diaria: hay muchos músicos que quizás no tocan temas sociales o de denuncia, pero sin embargo igual pueden tener un rol activo en esas cosas”, finaliza.