De la mano de las directoras Maite Alberdi y Giedre Zickyte llega a la pantalla grande un documental que lleva al espectador a una retrospectiva bastante particular, una especie de viaje interno, un recorrido por nuestras experiencias y recuerdos.
El documental se desarrolla por medio de Josebe, una anciana nacida en Rentería, Euskadi, y que por motivos que la guerra civil española obligó a su novio a huir a Sudamérica, decide emprender un viaje sin retorno a Chile, tierra que se convertiría en su último destino.
Con el pasar de los años Josebe termina sus días en un asilo donde comparte con otros ancianos, quienes, en su mayoría, caminan por un letargo que parece eterno, y donde Josebe sólo tiene intenciones de compartir recuerdos sobre su infancia, sobre lo importante que es ser vasca, sobre aquellas fotos que guarda en su regocijo y que aún frente a esto, pareciera que nadie de los presentes en la residencia quisieran oírla.
El silencio y la espera se vuelven presentes en cada estancia del edificio y la naturalidad de las escenas permite contemplar lo bruto y hasta cruel que puede llegar a ser la soledad misma entre tanta gente. Cada miembro, y al igual que Josebe, intentan mantener vivos sus espíritus a través de aquellos recuerdos que nos atan a este cuerpo material, a través de esas experiencias donde las raíces terminan por romper cualquier tipo de cemento y transformar así, parte del bagaje de nuestras historias, en algo que, por mucho que envejezca, sigue madurando.
De manera incierta y casi sin explicación, se pasa gran parte de la vida intentando recordar que fuimos y de donde somos, pero olvidar que la madurez de nuestras acciones se transforma en años, nos puede llevar, al igual que Josebe, a olvidar que el presente avanza, y que, frente a ello, el telón baja y vuelta a empezar.