Estrenada el 11 de mayo, la ópera prima de la directora mapuche Claudia Huaquimilla llega para instalarse en la palestra de la industria cinematográfica por su realce en contenido, diálogos intensos y episodios característicos de la contingencia chilena.
«Mala Junta», es el título de esta producción que nos lleva a introducirnos en la metamorfosis de Tano, su protagonista. Personificado en un joven revoltoso y de la capital, Tano deberá emprender un viaje a las tierras del sur de Chile para pagar y enmendar sus errores, y donde será recibido por un viejo conocido del pasado. Es entonces en este nuevo escenario, alejado de la maquinaria en donde el misticismo y la emoción lo llevarán a re encontrarse consigo mismo y con sus propias raíces, las cuales había sido catapultadas por su misma ignorancia.
Es paradójico, pero es la «mala junta» de Tano hacía sus pares dentro del largometraje que lleva a éste a su transformación y redención. La aparición del joven mapuche Cheo llevará finalmente a la catarsis todos los prejuicios y construcciones mentales que Tano lleva en su espalda y que cargan con el dolor de sus experiencias pasadas, de una familia que lo invisibiliza y de un mundo que no entiende.
La rebelión de los omitidos es en parte lo potente y mágico de esta película. El dolor de un segmento importante de nuestros con-ciudadanos que al igual que Tano, sufre la ignorancia de aquellos pocos que ostentan la opulencia de sus ideas y que de cierta forma, han podido materializarlas al costo de la omisión, del silencio y de la muerte. Es lo plausible del desarrollo de nuestras vidas, que podemos llegar afectar o no, a un contingente de personas que al igual como nosotros nos llamamos habitantes de un espacio llamado Chile, ellos se hacen llamar los habitantes de una tierra que hoy les ha sido arrebatada sin mera discusión, sin sentido alguno y que pacientemente, espera la revuelta de los marginados que buscan su redención.
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