Escribo este texto apenas finalizó la rutina de Stefan Kramer en el Festival de Viña del Mar 2020 y no sé si esto sea una reseña o una columna de opinión como tal, simplemente expreso las sensaciones que tengo en este momento.
Fue un 23 de febrero extraño, como seguidor de cada versión de Viña, sentía que no se respiraba ese ambiente festivalero. No estaba decepcionado, todo lo contrario, sentía que no era el momento de hacer un festival como este.
Mientras la primera línea se enfrentaba a Carabineros en el centro de la «ciudad jardín», tenía la sensación de que quizás, en una de esas, el festival se cancelaría. Sin embargo, igual se puso en marcha. Y la pregunta que venía era ¿y qué pasará ahora?
Cantó Ricky Martin, quien con problemas de audio se mandó una tremanda frase: «Exijan lo básico: los Derechos Humanos». Solo quedaba esperar a Kramer, quien realmente era lo único que me interesaba de esta primera noche. Algo me decía que iba a realizar un show histórico… y así fue. Durante más de una 80 minutos de monólogo, la rutina de este artista fue más que un show de imitaciones, que anteriormente nos reíamos de la flojera de Arturo Longton o del particular timbre de voz de Pablo Zalaquett.
Lo que hizo Kramer esta vez fue un verdadero acto político, donde ocupó al humor como herramienta y retrató al Chile actual con una sensatez nunca antes vista en la Quinta Vergara. Recuerdo con cariño la rutina de Natalia Valdebenito en 2016, donde instaló por primera vez el feminismo en un evento televisivo como esta envergadura, o la sátira del argentino Jorge Alis en 2019, entregando una mirada crítica a la supuesta idiosincrasia del chileno.
Kramer se dio el lujo de imitar a personajes del mundo político, algunos nunca antes vistos, que también sirvió como termómetro político por la cantidad de pifias que se escuchaban en cada intervención. Así también emitió grandes frases como «tienen más miedo de que venga Mon Laferte que el coronavirus» (por un vecino que lo criticaba por manifestarse) o gestos tan simples como la lectura de carteles que daban cuenta de las desigualdades en Chile. Todo esto como respuesta a la prohibición de la organización en ingresar las clásicas pancartas.
El comediante también usó sus dotes musicales para cambiar la letra de Llueve Sobre La Ciudad de Los Bunkers, cantando: «llego a Plaza Dignidad… Ya no es Plaza Italia es Plaza Dignidad». Además rindió un homenaje a la Primera Línea, señalando que gracias a ellos «podemos marchar, sin ellos no existirían las marchas”.
El momento en que imitó a Nicolás Massú con raqueta y cacerola en mano generó una catarsis única. A medida que relataba ese ir y venir de demandas sociales entre Chile vs el Estado, entre ellas mejores pensiones, fin a las AFP y condena a los delitos de cuello y corbata, la emoción era cada vez más grande a tal punto de casi llorar.
Kramer dijo que esta rutina no la iba a repetir nunca más y que probablemente sea la última vez que lo inviten al evento. ¿Y sabes qué? no hacen falta invitaciones, con esto ya te ganaste el respeto de una parte mayoritaria del pueblo chileno, ese mismo que exige un cambio constitucional y que sale a las calles pese a la cantidad víctimas por la represión policial.
Este show quedará para la historia. Una rutina dinámica, sincera y con sentido social. Algo que algunos comediantes han intentado hacer, pero con palabras suaves para no quedar mal.
Simplemente… Gracias Stefan.