Por Janine Aravena / Fotografías:: Loreto Plaza
Hace un tiempo leí que había decidido borrar una parte de su nombre. “(me llamo)” ya no iba más y sólo quedaba Sebastián. Fuera de cualquier personaje, siguió dejándose fluir y probando con los límites de la sinceridad en la composición e interpretación final de su último disco, ‘La Sombra’.
Sebastián Sotomayor (30) lleva muchos años trabajando sobre sus experiencias para construir canciones basadas en la fuerza de su capacidad vocal y su elocuencia. En cada álbum ha ido revelando parte de sus emociones más profundas, removiendo en sí mismo con su pluma y creatividad, hasta sacar lo que para él es lo más importante. Así es cómo ha ido conectando con muchas personas, dentro y fuera de internet, quienes se han transformado en el motor de todo lo que puede hacer como (me llamo) Sebastián, porque a ellos les canta y les encanta, llevando la pena y el amor en alto.
Esta vez, llenó por primera vez la cancha del Teatro Cariola con personas que fueron a escuchar de qué se trataba ‘La Sombra’ de Sebastián. Previo a esa noche del viernes 13 de octubre, se conocían tres singles y un par de canciones que el cantautor había estado probando en vivo por distintos escenarios. La lista incluyó pasar por Rockódromo, el Día de la Música en Maipú, y convocar a toda La Cúpula para el Lollapalooza 2017. También recorrió parte de Europa y colaboró en vivo con otros artistas, como Lucybell, Mon Laferte, Francisca Valenzuela, Camila Moreno, Prehistöricos, Javiera Mena y el pianista Valentín Trujillo, presentación transmitida por TV abierta.
La gran cantidad de personas con quienes ha interactuado en todo este tiempo, fueron clave incluso para buscar soporte en ellos con la “Sebitón”, jornada para recaudar fondos que le permitiera lanzar el disco, transmitida en directo desde su living por dos días, que sumó casi 100 mil visitas en su página de Facebook.
El mismo día viernes 13, fue la fecha escogida para publicar en las plataformas digitales de streaming, el total de 10 canciones que ofreció en su quinta producción, la más íntima de todas. ‘La Sombra’ terminó de cobrar vida ese día, después de muchos cambios, altos y sobre todo, bajos. Varios de esos episodios fueron narrados y trabajados –dejando a la banda heterosexual atrás con una brillante despedida– con el dúo compuesto por Pablo Gálvez en guitarra, bajo y voz, y Nicolás Ferrada en batería y secuencias.
Las mismas circunstancias naturales que se van delineando sin que nos demos cuenta, fueron reuniendo a Sebastián con Gálvez y Ferrada. El primero es un inquieto e incesante solista que apareció en su vida junto a una nueva sala de ensayos, y el segundo, un joven músico penquista que participa en los proyectos Mantarraya, Tunacola y Santos Dumont, entre diversos intereses.
La catarsis colectiva se sintió las dos horas y algo que duró el show en el Cariola, en las veintitantas canciones, una por una. Esa noche, como tantas otras, todos los esfuerzos habían valido la pena porque el humano quebrado dentro de él se volvía a parar sobre sus verdades para entregarlas a quienes lo ayudan a creer que todo estará bien.
Sebastián es otro más con el talento para transformar el dolor en arte, consolidándose como su mejor herramienta. Con ella nos explica que casi nada importa tanto como aceptarnos tal cual somos. Utiliza la valentía para montar su propio espectáculo, describiendo algunos dolorosos rincones de su realidad, que pueden ser los de cualquiera. Y para ‘La Sombra’, no hizo más que transparentar lo que fluyó por sus venas en esos momentos en que las cosas pierden sentido y nos quedamos solos.
Pero después de las vueltas que la vida insiste en darnos, mientras haya un trabajo personal que responda a sus más profundas convicciones, Sebastián puede estar seguro que sea cual sea el nombre que escoja, donde esté su corazón y dentro grite su voz, no estará solo.