Hace poco, una investigación llevada a cabo por el equipo de Ruidosa demostró que la cantidad de mujeres que participan en festivales de música a nivel latinoamericano es menor a un 20%. Existe una contienda desigual y las mujeres no solo lo sabemos, sino que lo vemos a diario. Lo sabemos en la calle, lo sabemos en la política, en el sobre estímulo de los medios, ¿cómo no vamos a saberlo en la música? Con todo esto, normalizado hasta ser incuestionable, ¿cómo podría Ruidosa atentar contra la lucha por la igualdad? ¿porque los hombres, que -lo asuman o no- dominan la escena, se sienten excluidos? No es posible que la existencia de un festival como este les haga olvidar que ocupan la gran mayoría de los espacios en casi todas las áreas, ¿por qué mejor no quedarse piola y alegrarse con estos logros?
Más que un festival, esta es una instancia basada en reconquistar espacios que han dejado de lado a las mujeres y como plataforma convoca a múltiples artistas, editoriales independientes, colectivos y organizaciones que luchan por los Derechos Humanos. En simple, se trata de compartir posibilidades de apoyo y visibilidad; en palabras más elaboradas, son redes interdisciplinarias de sororidad dispuestas a construir una mejor comunidad. Desde la literatura, nos encontramos con la Microeditorial Amistad, la Librería Catalonia y Los libros de la Mujer Rota; la Disquería Chilena y Vasalisa llevaron sus joyitas; y en el activismo político estaban presentes la Red Muchacha, la Comunidad Mujer, Todo Mejora y Con las amigas y en la casa.
Esta versión 2018 de Ruidosa se inicia con palabras de su creadora, la icónica Francisca Valenzuela, que no sólo entrega la más gentil de las bienvenidas sino que confiesa un sincero agradecimiento. Quizá en este momento no hay tantos asistentes y sí, se ha iniciado con algunos minutos de retraso, pero la atmósfera no se nutre de incomodidades, sino de amor. La acción se inicia inmediatamente, Francisca Valenzuela presenta tanto al Coro de Niñas del Liceo Emilia Toro y a su profesora Natisu, como a la intérprete de señas que apoya esta instancia. Las niñas, entre nerviosas y satisfechas por compartir el escenario, corean mientras Francisca canta desde su teclado, la vibra que transmiten con este inicio es enorme. Es significativo que la apertura cuente con chicas que incursionan en el mundo de la música y que puedan tener el respaldo de grandes figuras como las que las acompañan en el escenario. Ruidosa no se trata exclusivamente de mujeres que han formado una trayectoria, sino de tenderle la mano a nuevas generaciones.
Con el aumento del público, los shows logran recibir más energía en su despliegue. Uno de sus puntos más altos consiste en el espectáculo de la argentina de origen mapuche Beatriz Pichi Malen, una impresionante cantora proveniente del folclór recopilatorio y el activismo. Con su gran voz, deleita a los absortos asistentes, al mismo tiempo que pone sobre la mesa temas de representación indígena y lucha social, todo en aras de educar desde el arte. Su pasión se podría ver superada solamente por la fuerza de los mismos cantos, parte de una causa viva que Ruidosa también contempla. Un segundo aumento de público se presenta en el momento que Mazapán sube al escenario, y es grato poder contemplar a familias que asisten llenas de emoción. El festival en sí es un espacio seguro, lejos de lo que fue visto para la presentación de Camila Cabello en Lollapalooza o las denuncias de acoso y abuso sexual en festivales a lo largo del mundo; hay muchas chicas jóvenes con sus amigas y madres, familias con guaguas, parejas de la comunidad LGBTI+ y todos disfrutando sin miedo.
En paralelo a la música, son realizados dos paneles tipo conversatorios : “Desde la música” con Denisse Malebran, Camila Gallardo, Mahani Teave, Javiera Parra y Zitazoe; y “Desde las Industrias Creativas” con Maite Alberdi, Pepa San Martín, Manuela Infante, Soledad Salfate, Isabel Plant y Kena Lorenzini como moderadora. Ambos logran la convocatoria máxima, el primero de ellos aborda temas como la autoestima y la presión que se ejerce desde los medios, la industria y el público a las artistas, presiones que los hombres ni siquiera enfrenta. “No hay una sola manera de ser mujer, ni hay una sola manera de ser exitosa”, señala Francisca Valenzuela, moderadora, mientras guía la animada conversación. En el segundo de los paneles, las preguntas de Kena Lorenzini van encauzadas hacia desentramar las experiencias personales y la costosa inmersión dentro del mundo laboral. Memorables son las palabras de Manuela Infante, que comenta que lo más difícil de la industria es darse cuenta de que ha sido difícil, ante la normalización del sacrificio que muchas veces deben hacer las mujeres.
Probablemente los shows nocturnos son los de mayor convocatoria y fanatismo: la Batalla de Los Gallos liderada por la talentosa rapera Zitazoe, el trap innovador de Princesa Alba, la energía de Camila Gallardo, el humor de Jani Dueñas y los grandes hits de Francisca Valenzuela cierran una jornada exitosa. Todas ellas dominan a un público entregadísimo y aporta desde su diferencia más que un granito de arena a una causa que busca construir una mejor sociedad.
Las intenciones de Ruidosa están mucho más cerca de celebrar la pluralidad que de uniformar, principalmente por ser una plataforma que entrega voz a quienes han sido excluidas históricamente. Mahani Teave, en el panel, aconsejaba: «Nunca tengan miedo, si ustedes están haciendo algo desde adentro… si ustedes lo sienten y lo quieren, ese es el regalo hermoso que están dando”. Y no sólo es un consejo, sino que esa es la esencia de Ruidosa.