El documental es una de las piezas cinematográficas de la selección nacional que trajo la 16° versión de In-Edit Chile 2020 y narra la vida del ícono de las calles de Valparaíso, Jorge Farías, quien con su sencilla esencia, se ganó el corazón de porteños y porteñas que hoy le rinden monumento.
Poco se conoce realmente de la infancia del Ruiseñor de los cerros porteños, más que fue encargado por su madre a unos familiares. Lo cierto es que, con eternos anillos de oro en sus manos y gafas negras, se convirtió en el ícono de Valparaíso, tras ser el primero en grabar y popularizar la famosa pieza “La Joya del Pacífico”, escrita por Víctor Acosta.
La instalación de una estatua en plena Plaza Echaurren de la región costera fue uno de los hitos que sus seguidores y más leales amigos/as hicieron para no perder su legado, y es uno de los ejes centrales que el documental “Yo volveré a triunfar” (2020) de Gabriel Gallardo y Heidy Iareski muestra como prueba acérrima de lo que significó para la ciudad y para el canto popular, fenómeno de la segunda mitad del siglo XX del que no existen muchos registros.
A través de testimonios, boleros, diálogos cotidianos y planos generales de un bohemio Valparaíso, la cinta de 80 minutos va relatando cómo fue que el Señor de los Cerros llegó a ser la figura musical que es hoy y lo que esta representa para los porteños, tanto su música como su persona, porque Farías encarnaba a todos los cantores populares de ese entonces: pobres, hedonistas y amantes del alcohol.
Partiendo desde su funeral, que convocó a miles de personas en el cementerio de Playa Ancha, y pasando por icónicos lugares a los que el personaje principal frecuentaba como el bar “El Liberty”, la historia se va hilando sin tapujos con los relatos en la boca de aquellos que lo conocieron tanto en sus mejores días, como en los más oscuros, que lo llevaron a morir un 21 de abril del año 2007.
“Los chuchos de Valparaíso” (Alejandro “Chico Neco” Silva, Gerardo “Mariposa” López y Carlos Velazco), junto con Carlos Fierro, dueño del bar “El Liberty”, y Rosa Guerra, una de sus más fieles seguidoras, tratan de reconstruir la personalidad del “Negro”: ni una gota de vanidad pasó por su cuerpo; todo lo contrario, se mantuvo humilde y, si bien pudo tener mucha fama, siempre se quedó con su gente, porque sabía de dónde venía y le gustaba.
En la pieza cinematográfica también se aprecian extractos de entrevistas del propio Jorge Farías, dónde es él quien relata cómo fue partir a sus doce años en “American Bar” cantando “Copas de licor”, enfrentar la fama que lo llevó a conocer al cantante Antonio Prieto y a la actriz Libertad Lamarque, y al mismo tiempo, mantener la esencia que lo hacía pedir “un alcohol” en “El Liberty”. La misma que lo convirtió en monumento.
Y es que conversar con Jorge Farías era como conversar con cualquier porteño que le gustaran las fiestas y cantar con la gente con un vaso de vino, he ahí su grandeza. Eso, junto con su gran voz, fue el motor de trabajo de toda la gente que hoy, en las calles de Valparaíso, le rinde homenaje, como el “Club de Amigos Jorge Farías”, donde Rosa Guerra es miembro.
Por eso, una cosa es clara y es que quien partió de pequeño interpretando las canciones de Miguel Aceves Mejía y llegó a dormir debajo de un puente, hoy se constituye como uno de los exponentes de la “música cebolla” en Chile, que en los 60s se robó los corazones de la gente, porque su vida explica lo que el canto popular, violentamente interrumpido con el golpe militar, quería decirle al mundo: que la música y la bohemia van de la mano.