Cinco años y un día fue la condena leída por el magistrado Fernán Rioseco este lunes para el cineasta Nicolás López por dos delitos de abuso sexual perpetuados entre 2015 y 2016 hacia dos mujeres. Asimismo, se suma la inhabilitación para asumir cargos públicos de forma perpetua y para profesiones titulares en tanto sea efectiva la condena.
La sentencia se conoció tras un largo proceso judicial que se dio inicio tras la publicación en 2018 del reportaje “Los pecados de Nicolás López: el director sin filtro” escrito por los periodistas Rodrigo Fluxá y Andrew Chernin, y editado por Paula Escobar, para la Revista Sábado de El Mercurio. En este, ocho mujeres lo acusaban de forzar encuentros sexuales ocupando como excusa su posición como cineasta y oportunidades de trabajo dentro de sus trabajos audiovisuales. Gracias a ellas, hoy López es condenado en un fallo histórico para la industria del cine.
Sin embargo, el proceso judicial -que comenzó en 2019- no estuvo exento de obstáculos por parte de la defensa, a cargo de Paula Vidal. La eliminación de mensajes vía WhatsApp y el encubrimiento de sus cercanos que estuvieron presentes en fiestas y reuniones en las que celebraban sus chistes y presenciaron sus asquerosos actos de misoginia, para después justificarlo con los calificativos de “irreverente” y “políticamente incorrecto”.
Así es como actúa el machismo en cada hebra de la vida diaria. Internalizar actitudes fuertemente violentas y hacerlas pasar como normales, bromas pesadas o “humor negro”, como muchas veces el director describió el contenido de sus películas. Sin embargo, lo cierto es que sus producciones siempre dieron luces de que algo andaba mal: una óptica sexualizada, chistes gordofóbicos, desprecio hacia las personas con Síndrome de Down y relativización en temas tan delicados como la pedofilia. El arte siempre será el reflejo de cómo se percibe una realidad y, en este caso, la realidad es que Nicolás López siempre fue ególatra y misógino.
El caso demuestra una vez más la violencia estructural que atraviesa la médula de la justicia y se propaga por todos los espacios de poder que existen en la sociedad chilena, al desestimar la violación de una mujer ocurrida en Viña del Mar en el año 2004, la que por entonces era menor de edad, y el ultraje público de actrices y modelos que vivieron momentos incómodos y hasta terroríficos con el guionista.
Pero, al mismo tiempo, da esperanza para las miles de mujeres que se desenvuelven en la industria. Para que sea la caída de muchos otros agresores cuyos casos aún no se han hecho público, pero que de seguro deben existir. Para que el silencio que guardaron las mujeres violentadas por este sujeto sea el último. Para que nunca más alguna mujer tenga que guardar silencio por miedo a perder su trabajo. Para que en los espacios no se vuelva a abusar del poder por parte y se caigan las miles de capas de patriarcado en el inestable mundo audiovisual chileno.
Cinco años y un día. Una sentencia que marca un precedente, cuando el mismo debate mundial por el movimiento #MeToo que encendió una chispa en 2017 al condenar a 23 años de cárcel al productor estadounidense Harvey Winstein, hoy sentencia -por mucho menos- a uno de los cineastas con mayor éxito comercial en Chile y que no va a poder apagar ni todo el amiguismo del mundo.