Este 15 de septiembre, ad portas de iniciar una nueva celebración de Fiestas Patrias, también es momento de conmemorar 30 años desde el lanzamiento de uno de los discos más importantes del repertorio nacional: el “Pateando Piedras” de Los Prisioneros. Segundo larga duración del grupo encabezado por Jorge González, Claudio Narea y Miguel Tapia, quienes con letras punzantes y aludiendo a una cruda realidad que estaba viviendo Chile por esos años, confirmaron su calidad musical que venían demostrando desde su debut con “La Voz de los 80”.
Es por eso que esta obra no es para nada ajena en la carrera de algunos músicos chilenos, que hoy en día están dando que hablar. Muchos de ellos tienen a este álbum como un referente dentro de su proyecto o que simplemente ocupó un lugar importante en su infancia. Citamos a varios solistas y bandas para que nos comentaran qué opinaban de esta gran obra, ya liberamos la primera parte, ahora les mostramos la siguiente con opiniones de Milton Mahan de Dënver, Charly Benavente, Álvaro Beltrán de Artificiales, Carlos Montivero de Wentru y Mauricio Melo de los Santos Dumont…
Mauricio Melo (Santos Dumont)
El disco «Pateando Piedras» me sorprendió en un momento crucial de mi adolescencia y se convirtió en mi disco de cabecera durante mucho tiempo. En septiembre del 86′ vivía mis últimos meses escolares y, evidentemente, la canción «Pateando Piedras» (o el «Baile de los que Sobran») me tocó lo más hondo de la sensibilidad, ya que me identificaba plenamente con la letra (se acababan mis “doce juegos”) y no tenía la más mínima idea de lo que haría con mi vida. Por otra parte, y como fan acérrimo de Los Prisioneros, esperaba con ansias lo que sería, supuestamente, la continuación de «La Voz de los 80″, con su sonido ligado a la new wave y especialmente al sonido de The Clash. Sin embargo, me encontré con un disco cargado de sintetizadores y baterías electrónicas (algunos meses antes, y por la cercanía que tenía con Emociones Clandestinas, había escuchado un demo de “lo nuevo” de Los Prisioneros donde venía una versión instrumental del tema «Por Favor», que algo anunciaba lo que vendría) que poco o nada tenían que ver con la ópera prima, pero que con sus letras calaba más hondo en el espíritu de nuestro país que por esos días atravesaba los peores tiempos de la dictadura criminal. Nadie se imaginaba entonces que todas esas tremendas canciones se convertirían en himnos de varias generaciones y que hoy, 30 años después, continuarían más vigentes que nunca.
Charly Benavente
30 años del «Pateando Piedras«, segundo disco de Los Prisioneros, una jugada muy arriesgada para la época pensando en que el primer disco lo hicieron con guitarras más del estilo de The Clash y un sonido más garage en donde marcaron muy fuerte su puesta en escena. En este segundo disco, la incorporación de sintetizadores fue algo innovador para la música chilena a mediados de los 80, sin dudas marcó la pauta para muchas bandas durante el apagón cultural del que fuimos prisioneros por parte de la dictadura militar chilena. «Pateando Piedras» es un disco conceptual que habla de temas como el capitalismo, la desigualdad social, el machismo y la falta de identidad entre otros. Si revisamos la época y contextualizamos este disco, hay que destacar lo valiente y revolucionario que fue este disco al lanzarlo, en un ambiente donde poco se podía hacer y decir. Para mí, este disco cambió mi forma de entender la música chilena, me acuerdo que lo escuché por primera vez cuando era un niño y estuve como 5 meses reproduciéndolo constantemente. Este disco es el padre del actual sonido electropop que tanto está sonando en nuestras radios, una joya de nuestra historia.. y ya van 30 años de su creación.
Carlos Montivero (Wentru)
El disco «Pateando Piedras» siempre estuvo «ahí» en mi subconsciente, sin saberlo quizás. Cuando salió yo tenía 8-9 años, y la época era cuática, la censura, había algo en el ambiente enrarecido, yo como niño medio observador, veía eso. Recuerdo que en casa había siempre música sonando y fue la primera vez que llegué al “El baile de los que sobran” y “Muevan las industrias”, como niño me llamaba la atención el sample del perro al comienzo del Baile y el sonido de la guitarra creo que me voló un poco la cabeza. Eran canciones que en esos años no entendía muy bien, unos años más tarde, en la adolescencia volvieron a mí, y las re- descubrí ya con otra óptica, ya tenía mi primera banda; En el colegio en clase de música nos enseñaron “El baile de los que sobran”, a pesar de ser un colegio muy cuico y todo, recuerdo que fue de los primeros temas que me aprendí en guitarra.
El sonido del disco me movió harto, era una nueva mezcla de sintetizadores más en la línea anglo con letras en español y sobre todo cargadas de mensajes sociales. Yo venía muy movido por las guitarras grunge y la sobrecarga de sonido; pero encontrarse con este disco me mostró un sonido más “limpio” y con menos capas de instrumentación.
Tanto como me tocó Nirvana y otras bandas noventeras, Los Prisioneros me tocaron desde un lugar de sentirse molesto con el mundo en que estaba viviendo. Llegaron a acompañar mi adolescencia creo yo, escuchar “Por qué no se van”, “Independencia Cultural” o “Estar Solo” era sentir que alguien te entendía. El disco en sí, me parece que super atemporal, suena muy 2016 en sonido y lírica. Me parece un disco melancólico, incluso muy emo; desde la composición y desde los timbres que se usaron en los instrumentos. Hay un par de canciones que siento que no “calzan” con el disco total, pero quizás es una opinión personal. Se veía venir el disco Corazones, el “Pateando piedras” fue un anuncio silencioso creo yo.
Álvaro Beltrán (Artificiales)
Este disco representa una cuestión emocional, por lo cual apelaré al mismo contexto en esta casi reseña que relataré. Fue de los primeros discos que pude escuchar, por lo cual fue para mi una escuela que dictaba como debía sonar la música. Me acuerdo que cuando niño (igual sigo siéndolo, tengo solo 22) mis mamá ponía el canal Zona Latina, por lo cual mis primeros indicios musicales no eran tanto Nirvana o The Beatles (eso vino algunos pocos años después), eran más bien baladas, si bien las respetaba, no me gustaban tanto, encontraba que eran un poco melosas (no todas, hay románticos que admiro como el mismo Leonardo Fabio, Sandro o Camilo Sesto), sin embargo, sentía que les faltaba tocar otros tópicos, o que a veces les faltaba esa rabia (que yo hasta el día de hoy confundo con una guitarra distorsionada) que creo que también estaba necesitando. Los primeros años de colegio no me sentía tan bien, no tanto por mis compañeros, si no por que sentía que enserio el colegio (y desde la concepción de este) no servía. Fundamental ahí fueron mis amigos de la básica y media que se quedaron conmigo hasta el día de hoy (y con los cuales formamos Artificiales). Creo que todos formamos el mismo pensamiento, eso de que las cosas establecidas, no estaban en lo correcto que los pensamientos que nos inculcaban no eran el camino el cual queríamos seguir, y que las opiniones generales no nos representaban tanto a nosotros.
Esos primeros descontentos sociales para mi fueron fundamentales en crear mi criterio, ¿y qué es del criterio sin un soundtrack que también te avale? Es por eso que Pateando Piedras (junto y con permiso, La Cultura de la Basura) fueron discos tan significativos, ya que expresaban esas palabras que yo por mi edad, todavía no podía conjugar, esos pensamientos que sabía que tenía que expresar, sin embargo no sabía cómo. Desde muy pequeño, sentía que tenía que ser un héroe aunque no tenía aires de galán ni tampoco un aire solemne de intelectual. Es ahí donde entraba Pateando Piedras que para mí, era una disco de protesta, no tanto por lo político, si no también en todo lo establecido, un disco contra el status quo. Creo que ese «modus operandi» es vital en Los Prisioneros, no solo hablaban de que el mundo debía cambiar, si no que con ello nosotros también teníamos que cambiar.
Muchas personas se sienten mal con la publicidad en las calles, muchas personas creen que la verdad de algunos, no es la verdad que los representa. Y más allá de la ideología que implanta el disco, también es un alego musical: Pasaron de ser un grupo que sólo se componía de la formación clásica de bajo, gutiarra y batería a incorporar teclados, a cambiar (aunque de forma paulantina) su sonido y con ello su esencia. Creo que eso forma parte de una declaración de principios, ¿cuántas veces hemos sentido que una canción o un grupo no va acorde con el estilo musical que escuchamos o que estamos creando? Al final, uno debería quedarse con que lo que hacemos, que es simplemente música, más allá del estilo implantado, encasillarse es el peor error que uno puede tener, Jorge sabía eso, él no solo escuchaba The Clash, la música negra fue también algo que quería explorar o es que acaso, ¿solo hay que tocar o escuchar un tipo de música para poder hacer «un buen disco»? siendo que encuentro gigantes tanto a Kurt Cobain como Miguel Bosé
Los Prisioneros sabían que no eran así, «no hay que disfrazarse ni acomplejarse, uno es precioso por que es diferente», como bien reza Independencía Cultural. Creo que este segundo disco representa básicamente eso: hay que cambiar el mundo, sí, pero primero debes limpiar tu pieza y me declaro culpable de sentirme identificado con cada uno de los tracks. Doy por sentado que esa imagen, que me arriesgo a decir que todos hemos tenido, la de estar camino a nuestra institución pateando piedras, se seguirá replicando en más de una generación ya que aquella institución es aquella que va más allá de nuestro liceos, hablo de esa institución que también poseemos como personas. Un disco eterno.
Milton Mahan (Dënver)
Este disco lo compré pirata en formato cassette en la plaza de San Felipe por el año 1996. Para mí es un disco que tiene un aroma, una sonoridad tan particular que pareciera que no lo puedo alejar de ese minicomponente medio malo que habíamos heredado de finales de los 80’s en nuestra casa. Es difícil hacer el ejercicio de hablar de un disco en que tienes tan arraigada cada canción a alguna remembranza tuya tan personal, que pareciera que no estás hablando de las canciones, de la composición, ni hablar de la producción, y me doy cuenta ahora que es precisamente ahí donde radica su magia, son canciones que se integran en tu vida, que te trasladan a esos lugares donde sonaron una y otra vez. Con «El Baile de los que Sobran» casi puedo ver esa grieta en el ladrillo de mi casa que dejó alguna vez un temblor y que me pasaba horas mirando pensando que la próxima vez nuestra casa no iba a resistir. Con «Exijo Ser un Héroe» siento las molestas hombreras de ese vestón ridículo que me hacían usar para ir al colegio, en «Quieren Dinero» puedo sentir ahí donde ya se había gastado la cinta del cassette de esa vez que se había enredado con el cabezal.
¿Cada cuánto segundos sonará en Chile una canción de este disco? Yo creo que es un disco que no se detiene, que siempre está rotando en algún dial, que una banda de escuela la está tocando en sus ensayos, que un músico la está versionando sobre una micro, que los jóvenes la están coreando en una disco entre reguetones y pop moderno. Tiene momentos épicos como «Por Favor», tan épico como lúdicos con esos tecladitos dulces y medios desabridos, que es algo que se conecta con una idiosincrasia muy local, de cosas a medias, arreglos chasquillas que funcionan un ratito. Ahí es dónde los González y Tapia que llevamos internamente cada uno seguramente sale a relucir. Yo me pregunto si somos nosotros los que oímos a Los Prisioneros o son sus canciones las que nos oyen a nosotros, pero de la forma en que se arraigan a nosotros me doy cuenta que es un álbum que no cede ni siquiera al cruel paso del tiempo.