Ilustración hecha por Rodolfo Jofre (ver imagen completa)
Este 4 de octubre, es el Día de la Música Chilena en homenaje a la gran cantautora del país y dueña de un legado cultural incomparable. Nos referimos a Violeta Parra, que a lo largo de su carrera tuvo que lidiar con problemas de salud, familiares y de amor, lo cual se vio reflejado en muchas de sus composiciones.
Es por ello que en su centenario quisimos homenajearla eligiendo nuestras canciones favoritas. Aquella que nos lleva a nuestra infancia, nos recuerda a alguien o algo, o simplemente la valoramos por su letra e interpretación. Pase a leer:
1.- Arriba Quemando El Sol (por Camilo Durán)
Vengo del norte. Nací en Calama y viví en Arica, pleno desierto de nuestro país, un desierto incomprendido por muchos habitantes de esta angosto pero largo trozo de tierra, un lugar lleno de incertidumbre, un sol ardiente y mucha sangre derramada en su historia.
Un desierto plagado de fantasmas, recuerdos perdidos de injusticia, violencia y ambición de unos pocos, pero de gente, de gente esforzada, trabajadora, quienes en cierta época de nuestra historia debieron dejar sus hogares buscando un nuevo destino, el supuesto acomodado futuro que ofrecía la minería y las oficinas salitreras que finalmente terminó siendo un ejercicio de poder bajo el cual se empobreció al trabajador en base a extensas jornadas de trabajo y unas condiciones de viviendas extremadamente básicas, por eso escogí esta canción.
Ahí viajó Violeta, la exiliada del sur, al implacable desierto. Ahí fue Violeta Parra contenta como un humilde chirihue que al encontrar tamaña realidad, el sol quemó sus plumas y secó su voz.
Y arriba quemaba el sol.
Abajo ardían los corazones, las hileras de mujeres frente al único pilón después de ingeniárselas para cambiar sus fichas por algo que sacie el hambre y sed del trabajador y el estomaguito de los hijos, haciendo fila de nuevo otra mañana más, a ver si esta vez un poco de agua llena la mitad del balde.
Las hileras de casuchas no hacen sombra, las hileras frente a frente, sí señor.
Violeta se sorprende, se impacta, se le nubla el corazón y escribe, no se puede entender que donde habita gente la muerte es mucho peor. El peor enemigo del pueblo no era el desierto, ni el sol, si no el patrón y el ojo ciego del estado enriquecido a costo humano, a estas alturas el minero ya no sabe lo que vale su dolor.
Violeta regresa a Santiago, un Santiago creciente y ajeno a la furia de la pampa, se arma de su guitarra y con sólo un acorde se dispone a denunciar, a cantar a viva voz el grito de la tierra, del sol y del salitre, para que no entierren la justicia ni mucho menos la razón, para que nunca se olvide que en el desierto la noche siempre fue oscura, y arriba quemaba el sol.
Regresamos al 2017, Violeta está en su centenario y aún sentimos el sol, aún algunas familias se enriquecen con el trabajo del obrero. Aún sentimos como arde sobre nosotros, cómo nos quita parte a parte la dignidad de cada uno de nosotros, ejemplos sobran. Las AFP, candidatos imputados por la justicia quienes prometen reducir derechos sociales en pos de un sistema caduco defendido por un sector de dinosaurios, y así podríamos seguir.
Quizá nunca nos liberemos del astro que arriba nos está quemando, quizá nunca comprendamos el color con que pintan la noticia cuando decimos no, quizá esta canción escrita hace tantas décadas sigue sonando coherente y más fuerte que nunca, quizá arriba sigue quemando el sol.
2.- «Que he sacado con quererte» (por Sebastián Paredes)
La Violeta le dio vida a nuestro folklore con su canto y su trabajo recopilatorio, esta labor se la llevó por Chile en búsqueda de las canciones y los estilos de la gente, fue ahí donde se acercó al pueblo mapuche y sus ritmos. Gracias a este acercamiento nace “Que he sacado con quererte”, un lamento mapuche sentido, doloroso.
La voz de Violeta Parra refleja pena, rabia y arrepentimiento por un amor que la dejó y que fue ingrato, con la sombra del aromo y sus lirios en el patio dice la letra. Alta pieza del folklore y de la historia nacional, de nuestra memoria.
3.- «Run Run se fue pa’l norte» (por Camilo Salinas)
Recuerdo la primera vez que escuché “Run Run Se Fue Pa’l Norte” de Violeta Parra. Con la inocencia propia de los diez años me hizo reír, pero al mismo tiempo sentí claramente la ternura y dulzura de su voz.
Recién a mis 18 años, me reencontré con la canción. Mi madre me pidió grabarle un disco compilatorio de Violeta en CD y me fue exigiendo sus éxitos uno a uno. Cuando llegamos a “Run Run Se Fue Pa’l Norte”, me contó la historia de Gilbert Favre, de su romance con Violeta, de su gira al norte y de su “jamás regreso”. Estos datos explosionaron mi cabeza y fui comprendiendo no solo la letra, sino también la aceleración del estribillo, su tono difunto, ese temple anímico tan de ella, esa de sentirse perdido más allá de la vida. Ahí comenzó la empatía y mi amor incondicional hacía ella.
Un par de años después, conocí a una fanática de la Viole, que con los meses se convertiría en mi polola. Ella terminó de enseñarme su legado, su lado más social e integral. Entendí su poesía, sus obras visuales, su actitud, lo avanzada que era para su época.
Un día, nos dimos un tiempo con esta polola. Este tiempo con los meses se transformó en un término, en otro viaje sin regreso. Recuerdo que luces y gotas de lluvia pasaban velozmente por las ventanas del Transantiago y sonaba en mis audífonos otra versión de “Run Run Se Fue Pa’l Norte”, ahora con la zampoña de Max Berrú.
Fueron tantas sensaciones juntas al escucharla, que solo atiné a llorar, a taparme los ojos para ocultar mi tristeza. E intempestivamente, bajé del bus y comencé a caminar por la ciudad, a caminar mucho, sin rumbo alguno, quizá tratando de buscar un rostro que comenzaba a desvanecerse.
Por primera vez, creía entender lo que había sentido Violeta al verse abandonada por el amor de su vida. Mi propia Run Run se había ido al Norte y yo me vi esperándola por mucho tiempo, creyendo que algún día volvería.
No puedo no emocionarme cada vez que la escucho, ya sea de la mano de Violeta, de Inti Illimani o de un cantante callejero. “Que la vida es mentira y la muerte es verdad”; nunca es desamor se había visto mejor definido en un verso.
4.- «Volver a los diecisiete» (por Cristóbal Galleguillos)
Recuerdo exactamente cuando llegó Violeta a mi vida. Era 2005 y estaba cursando 4° básico, la profesora nos pide dibujar algo que resuma la canción «Gracias a la vida». Yo el muy porfiado dibujé literalmente cada verso de la canción, me felicitaron por la creatividad y de ahí el amor por las canciones de Violeta no paró. Así llegué a «Volver a los diecisiete»…
Violeta estaba radicada en Europa donde recibió varios reconocimientos, sus conciertos eran sinónimo de éxito y su voz se iba llegando a los lugares más recónditos de países como Francia y España. Luego de varios años, junto a su pareja de ese entonces, vuelve a Chile para formar parte de un movimiento musical llamado como «Nueva Canción Chilena», donde sus hijos Angel e Isabel Parra, Victor Jara y Rolando Alarcón estaban dando que hablar y tenían a Violeta como su gran referente.
Llega a un Chile que está cambiando, pero que todavía no entiende su trabajo ni su arte. Curioso, Violeta venía de grabar un disco en Buenos Aires, otro en París, fue la primera latinoamericana en exponer en el Museo de Louvre, pero una vez llegada acá, a su tierra, tiene que empezar de nuevo, como si todo lo que vivió durante su vida valiera nada. Que todo esos recuerdos de su Chile querido que tanto extrañaba, se hicieran humo. Chile es ingrato, y mal que mal tuvo que volver de nuevo a los 17 años, cuando estaba empezando, cuando tuvo que recorrer pueblito por pueblito para conocer la música de cantores y cantoras de los lugares más extremos del país.
Violeta estaba decepcionada. Y lamentablemente ese panorama se repite siempre en Chile. No sabemos valorar lo que tenemos hasta que lo perdemos. No quiero generalizar pero es algo tan tangible. ¿Por qué artistas tienen que viajar al extranjero para que los valoren? ¿Por qué en Chile cuesta tanto pagar cinco mil pesos por un concierto de un artista chileno? ¿Por qué la cultura es siempre el aspecto menos considerado por los candidatos a la presidencia? ¿Por qué no fomentar el arte en los colegios? ¿Por qué Violeta tuvo que pedir reconocimiento como si fuera tuviera 17? ¿Por qué tuvo que volver a ser tan frágil como un segundo? Perdónanos Violeta. Perdona a ese Chile que no te supo valorar ni proteger. Perdona la ignorancia, perdona el mal amor, ese mal amor que terminó con tu vida.
Violeta, eres un diamante fino. Ojalá cada chileno y chilena se diera el tiempo de conocer tu obra y continuar tu legado infinitamente.
5.- Maldigo del alto cielo (por Yasna Rodríguez)
Esta canción pertenece al disco «Las Últimas Composiciones». Quizás Violeta ya no daba más con su agonía. Es una canción que refleja su malestar, su queja contra todo lo que pasaba. Quizás la Viola ya sentía un pesar más grande. Estas composiciones se grabaron el noviembre del 66’, ella decidió quitarse la vida en febrero del año siguiente.
Lo más increíble es que estas canciones a pesar del tiempo siguen teniendo un contenido increíblemente actual. Si me preguntas por qué elegí esta canción, es simplemente porque todos en algún momento estamos aburrido de lo que nos rodea. Escupimos contra todo. Siento que la Viola hizo eso en esta canción y quizás ella estaba dando indicios de que ya no podía más.
6.- «El Gavilán» (por Lucas Benavente)
Escogí al Gavilán porque es un ícono y mientras para los académicos se ha vuelto todo un enigma, para mí ha sido un gran descubrimiento. Es una de las máximas obras de la Violeta Parra, más que su complejidad y lírica, es la capacidad de canalizar emociones a través de sus composiciones, lo que me conecta y me hace vibrar. La misma Viola dijo para una entrevista en la radio de la UdeC (que constituye uno de los tres registros que existen de «El gavilán») que el dolor no puede ser interpretado por una voz docta, si no que debe ser cantado desde una voz sufrida, como la de ella, que llevaba 40 años sufriendo.
Esta canción nos trae la historia de un amor embustero, que amenaza y destruye. Además de presentar conflictos sociales en sus personajes; por un lado el gavilán representa al hombre que engaña y se encuentra encima de la mujer y, por otro lado, identificamos a la gallina como la niña sumisa y aminorada. También se puede interpretar la lucha de un personaje indefenso contra el poderoso capitalismo que se impone frente a él. Todo en este tema me atrapa, desde su melodía melancólica, hasta su poesía enrabiada y es que cada letra de la artista te sorprende como a un niño y te afecta en lo más interno.
Cabe destacar que «El gavilán» fue escrito como un ballet de tres partes, de las cuales la etapa final es una batalla de la gallina contra los elementos y una inclinada montaña que posee al gavilán en su cima. Con ritmos agitados y saltos de cólera, se ha vuelto mi parte favorita de la historia.
7.- «El joven Sergio» (por Valentina Palavecino)
Este instrumental que le dedica la Violeta a Sergio me grafíca un poco lo que fue su relación. Se dice que la Violeta conoce a Sergio Larraín (destacado fotógrafo chileno, el único que ha llegado a la prestigiosa agencia Magnum) en 1957 ya que ella lo invita a recorrer la zona central para que el le haga fotos. Se habla de una relación amorosa, en ese entonces la cantautora de La Jardinera tiene 35 años, y el «Queco» Larraín apenas 21 años. «Era un turbión que sale y arrasa con todo» dijo Larraín de la compositora. Se asustó-pienso yo- tal como llegó, se fue. Su relación fue efímera. Tiempo después del suicidio de Violeta, el Queco le realiza un homenaje en las hojas del diario La Nación: una serie de fotografías de ella, donde la última es de una silla solitaria donde se apoya la guitarra de Violeta. Yo veo esa fotografía y de inmediato la musicalizo con esta melodía. La del Joven Sergio.
8.- «Según el favor del viento» (por Ramón Gómez)
Creo que escuché a Violeta a través de mi viejo, esos fines de semana en que solo se escuchaba música a su gusto, claramente siendo niño y con música impuesta a la fuerza, no era una gran manera de conocerla, pero es algo que siempre le estaré agradecido, fue así como llegué a la guitarra, a tocarla y quererla y así fue como esas canciones quise tocarlas porque estaban ahí, eran ya parte de mi vida, pero no era misión fácil, cancionero en mano llegué a “Según el favor del viento” y fue pafff, entender ahí ya lo que Violeta plasmaba y quería contarme de Chiloé fue una bomba en mi cabeza, cada acorde, cada “Llorando estoy”, cada “Me voy, me voy”, eran (y son) un puñal de sentimiento sureño a mi cabeza.
Entender y darte cuenta que ya en más de 50 años desde que Violeta escribió sobre la realidad del chilote y el gobierno han cambiado por decirlo nada es algo duro, mas con pesqueras amenazando al pescador artesanal, contaminando aguas y agotando recursos, ya lo decía Violeta: “No es vida la del chilote, no tiene letra ni pleito, tamango llevan sus pies, milcao y ají su cuerpo, pellín para calentarse, del frío de los gobiernos, llorando estoy”.
Sólo quiero agradecerle a Violeta por su arte, por lo que fue y será y ojalá alguna vez los chilenos podamos ver la realidad en que estamos y en que no estamos convirtiendo, escúchenla todos decir “Despierte el hombre despierte, despierte por un momento, despierte toda la patria antes de que se abran los cielos y venga el trueno furioso con el clarín de San Pedro, llorando estoy y borra los ministerios, me voy, me voy.” Llorando estoy.