La banda estrenó su segundo larga duración, en que los sintetizadores toman más relevancia a diferencia de sus trabajos anteriores.
Hesper es una de las bandas que más ha llamado la atención de la escena indie de la región de Coquimbo. Sus letras melosas y sonido potenciado por las guitarras, lo han llevado a forjar un estilo que se ha plasmado en su discografía. En 2018 debutaron el EP El arte de los planetas y un año después publicaron su primer largaduración titulado La Simplicidad, producido por Martin del Real (Ases Falsos).
Hoy está presentando El Huerto, nueve tracks grabados junto al ingeniero en sonido, Cristian ‘Kily’ González. Cristián Vera, guitarrista del grupo, comenta que «el disco conecta una diversidad de ideas, que cada uno de nosotros aportó, tanto en lo musical como en lo conceptual, intentamos profundizar lo ecléctico y lo experimental«.
«Nos reuníamos a tocar y grabar todo lo que nos iba brotando en el momento, inspirados por el momento y rodeados de la biodiversidad única del campo y un pequeño huerto que nos acompañó en todo este proceso, que de pronto se transformo en el disco», agrega el músico.
A diferencia de sus anteriores producciones, cuenta que en esta ocasión el álbum no contiene «ninguna canción hecha de antes, todo se hizo en conjunto. Las letras fueron hechas luego de la música, lo que nos permitió experimentar mucho más. Tampoco tocamos las canciones como banda nunca, todo se fue grabando por capas, tanto para las maquetas como para la grabación final. En este disco experimentamos más con sintes, que ya lo habíamos intentado antes, pero ahora tiene mucho más«.
Para este trabajo discográfico integraron a un quinto músico: el bajista del grupo Flämantes, Francisco Pinto, quien expresa su felicidad por participar en este proyecto. «En lo personal es súper importante, es entrar a colaborar con una de mis bandas favoritas de la región -aparte de ser todos grandes amigos- de forma más “activa y creativa” por decirlo de alguna manera, ya no como músico de presentaciones en vivo, aportar con mi esencia sobre lo que los chiquillos ya tenían armado. Sin duda, súper contento de haber participado de parte de este proceso«, dice.
En cuanto al arte del disco, este fue realizado por Matías y Javiera, dos artistas visuales de Ovalle, quienes utilizaron la técnica análoga de cianotipia. Desde la banda indican que «les enviamos las canciones sin terminar siquiera y revelaron lo que en el disco había, conectaron de una, nos enviaron la propuesta e hicieron todo el trabajo».
«La portada es un bodegón que mezcla verduras, frutas, tierra y una deconstrucción de los instrumentos musicales, como utensilios de cosecha y cocina rustica, interactuando directamente la música con la vida orgánica», detallan.