Ocho canciones dan cuerpo a una propuesta auténtica y una de la novedades del último tiempo en la escena del rock emergente. Grabado en Curicó, Flor es una representación cruda de la música interpretada a través de guitarras, pianolas y el oficio de tocar, y tocar fuerte...
Hey Cactus es una banda definida auténticamente por el rock, pero el blues se les sale por los poros. Después de un EP que los posicionó dentro de la escena, estrenan su segundo disco Flor, disponible en todas las plataformas.
En 2020 presentaron Todo el mundo se olvidó, una crónica de blues, psicodelia y guiños al country y al funk. Esas primeras seis canciones fueron el punto de partida para un trabajo de taller, una performance que dos años más tarde se presenta en sociedad como Flor, su segunda producción de estudio.
La sonoridad en este nuevo disco propone una reinvención respecto de su último trabajo, en donde dominaba la profundidad desgarradora del blues. Esta nueva producción es abordada desde el mismo género pero con figuras con mas colores y nuevos matices, lo que favoreció a la creación de un proyecto alegre pero intenso, como en la canción Acabo de llegar a la ciudad al estilo de Canned Heat y Ray Charles.
En Perlas de un amor no recordado la banda consigue niveles de apego musical en vivo muy complejos de producir en un estudio. Son de esas canciones que, o lo consigues en la primera toma, o te pasas semanas buscando el “tono perfecto de amarillo”, por decirlo en un lenguaje cinematográfico. Hey Cactus parece demostrar que lo consigue a la primera, y eso es rock. Parece simple, pero no es para todos.
Grabado en Felino Studio, al norte de la Región del Maule, en Flor el cuarteto repite la fórmula de grabar las canciones tocando todos al mismo tiempo, fuerte y claro, sin más ciencia que unos cuantos cables y amplificadores a todo volumen. Fue producido por el ingeniero Mitchel Quezada. Ocho canciones dan cuerpo a una propuesta auténtica y una de la novedades del último tiempo en la escena del rock emergente, una representación cruda de la música interpretada a través de guitarras, pianolas y el oficio de tocar, y tocar fuerte.
En Curicó pasa algo, al igual que en Concepción, Valdivia y otros “centros de la cultura” del sur de Chile, hay cierta magia en el ambiente, una que hace que las vibraciones musicales, y en particular las del rock and roll, sean difíciles de ignorar. Hey Cactus ha pintado el paisaje sonoro de un valle antes poblado por bandidos, cazadores y caudillos.
Para los conocedores del sur de Chile no debe ser difícil imaginar a una banda afuera del estudio, en la ruralidad de un camino perdido en el campo, en una tarde de sol invernal con vaho al hablar, el hielo en los huesos contrarrestado con algún cigarro o caña de vino, todo antes de entrar a seguir dándole a las canciones que no buscan otra ruta más que la auténtica emoción de colgarse una guitarra. Hace décadas que el blues chileno defiende el espíritu de la contracultura y Hey Cactus mantiene viva esa resistencia.
“La imperfección nos forma, no hay mentiras, solo nosotros”. Ignacio Sharkey asegura que para la confección de las canciones el diseño sonoro no solo recae en su construcción melódica, sino que es una especie de juego y libertad al momento de crear: “todo esto nos avergüenza un poco, es tan honesto que cuesta mostrarse así de vulnerable… tus ideas, tus pensamientos, tus letras, tus canciones, tu música. ¡Es cómo salir a la calle desnudo y pretender que todo es normal y no!”, afirma.
Escucha Flor, el segundo disco de Hey Cactus, disponible en Spotify.