Reseña por Nicolás J. Vogt
Si estás leyendo esto, probablemente ya has escuchado sobre la Isla Friendship y sus habitantes. Ampliamente difundida en revistas paranormales noventeras o espacios televisivos como el mítico programa “OVNI” (1999-2000) de Patricio Bañados, la historia de un grupo religioso extranjero asentado en Chiloé tras mantener un vínculo con alienígenas que ven el futuro —sí, leyeron bien— caló hondo en nuestro país, siendo tema de conversación tanto en la población escéptica como en fanáticos del espacio exterior.
Siendo cuestionada incluso en la comunidad ufológica chilena, la existencia de Friendship resultó algo problemático de investigar: a medida de que el interés por la Isla crecía, los archivos que demostraban su existencia resultaban difíciles de probar, sino derechamente falsos. ¿La prueba más fuerte? Una serie de cintas grabadas por radioaficionados contactados por habitantes de Friendship, en plena dictadura cívico-militar, las cuales sirven como base argumental de “Isla alien” (2023), un documental que aborda el origen de esta historia.
En poco menos de 90 mins, el cineasta Cristóbal Valenzuela Berríos —junto al co-guionista Juan Eduardo Murillo, quien además cumple el rol de montajista— encausa decenas y decenas de relatos, dándole rienda suelta a las declaraciones de ‘contactados’, ufólogos y periodistas, manteniendo como hilo conductor el mismo motor que ha alimentado a este mito a lo largo de años: el relato oral.
Por medio de narraciones que capturan la idiosincrasia de cada uno de los entrevistados y un admirable despliegue de material de archivo televisivo —en donde destaca la participación de figuras como Mario Kreutzberger y Antonio Vodanovic hablando sobre OVNIs—, la dupla Valenzuela/Murillo construye un relato que en ningún momento se posiciona como una película sobre ‘la verdad tras Isla Friendship’, sino más bien una película sobre ‘la verdad’ y lo que ocurre con aquellas verdades indiscernibles de la vida real.
Si bien esta no es la primera vez que esta historia es llevada a la pantalla grande —habiéndose estrenado el cortometraje “¿Sabe usted algo de la isla Friendship?” (Shingo Yoshida, 2012) y el documental “¿Hay algo en lugar de nada?” (Peter McPhee, 2020)—, ‘la verdad tras Isla Friendship’ nunca había sido abordada de esta manera. Desglosar el desarrollo del relato resultaría en un flaco favor al documental, ya que si bien comienza con una mirada lúdica y misteriosa tras los ‘contactados’ y su vínculo con Isla Friendship, la historia se desenvuelve de una manera “Rashomon”-esca, apelando a un relato coral ingenioso, impactante y frecuentemente impredecible sobre la prevalencia de un mito en un país sin memoria.
Al igual que en su ópera prima “Robar a Rodin” (2017), Cristóbal Valenzuela nutre los testimonios de sus entrevistados con recreaciones ficcionalizadas, realzando uno de los puntos fuertes que propone el documental: el rol que ejerce la ficción en la documentación de ‘lo real’. Si en plena dictadura Don Francisco aprovecha su espacio televisivo para comentar la presencia de objetos voladores no identificados en Chile, ¿por qué habría de dudar de él? Si un par de semanas después me contacta un habitante de Isla Friendship, ¿por qué habría de desconfiar? ‘La verdad’ está allá afuera, o al menos eso nos hicieron creer.
Atrapante, creativa y sorprendentemente cómica, “Isla alien” no tan solo se posiciona como uno de los estrenos más interesantes del mes, si no que como uno de los mejores documentales chilenos del año en que conmemoramos el quiebre democrático del 11 de septiembre de 1973; una atípica exploración a una población alienada, el derecho a la verdad y su contribución a la memoria colectiva de nuestro país.