Fotos por Valentina Palavecino
Kidzapalooza debe ser, con toda certeza empírica, uno de los escenarios más difíciles y subestimados de todo el festival. Como espectadora, la caminata hasta esa especie de jardín secreto es larga, se debe estar atento a los niños que corren libres y a la cantidad de estímulos materiales que intentan volver más lúdico el entorno. Como artista, el enfrentamiento a un escenario bajo y que emite burbujas puede ser llamativo, pero el desafío es el público: familias pendientes de niños, niños pendientes diez cosas al mismo tiempo y diez cosas más siendo realizadas dentro del mismo espacio. No es menor, entonces, realizar un debut en vivo bajo aquellas condiciones.
Laguna & el Río se concibe como un proyecto orquestado por Fernando Milagros al ver que la oferta de música infantil era mucho más precaria de lo que él quería para sus hijos. Lo que en un principio eran melodías e intenciones, llegaron hoy a un nivel mucho más alto. En el escenario, Soledad del Río (ex La Guacha), Rodrigo Aros (Hoppo!), Camilo Bywaters y Diego Perinetti (Pupila Spectra), y Fernando Milagros pudieron concretar en vivo lo que hasta ahora había sido una banda virtual. Caracterizados de forma extravagante, se les presentó en el escenario y rápidamente -rápido en la medida de lo que se pueden mover padres con coches e infantes- se congregó una pequeña multitud.
Antes de la música, las pantallas LED situadas al costado del escenario transmitían las gráficas audiovisuales de Laguna & el Río, tales como la presentación de los personajes como las pequeñas historias, a lo largo del show, que entregaban el contexto a las canciones. De esa manera, quienes no estaban enterados del proyecto pudieron comprenderlo, y quienes algo sabían pudieron conocer más, puesto que estas gráficas contaban una historia lineal. En ella, los integrantes virtuales Wewe, Khuna, Coco y Río conversan sobre el valor de las leyendas y los sueños, la sabiduría de los abuelos y el sentido de la comunidad.
Este contenido, que apunta sigilosamente hacia la ecología, teje lazos con un pop sumamente lúdico y despierto. Hay elementos caribeños, andinos y hasta selváticos, en formas e instrumentos, lo que hace que cada canción suene con su propia fuerza. Como una especie de Inti-Illimani soft o un Mazapán que no adormece las neuronas, hay una armonía integral que envuelve todo este proyecto, pues en ningún momento suena simplista o superficial. Fueron superados con velocidad las fallas de sonido que hubo, silencios instantáneos que no amedrentaron a Laguna & el Río, y que incluso dieron pie a mayor meticulosidad en su presentación.
Es complejo poder señalar cómo interactuó la banda humana/virtual con su público, lo relevante es que hubo un feedback positivo, pero escueto. Entre aplausos y risas, Laguna & el Río no tuvo el reconocimiento estandarizado que se podría haber esperado y es precisamente por las condiciones bajo las que tocó: público nuevo, escenario desafiante, calidad de debutantes. Uno que otro padre cantaba, mas ningún niño. Es obvio que al proyecto le espera un buen futuro porque excede en los requisitos para ser considerados la nueva banda infantil del país, y eso es lo que podrá obtener en algún segundo intento con Lollapalooza.