Dos cosas me dejó mi abuelo materno de herencia: la olla arrocera con que mi hermana ha caceroleado hasta romper la cuchara de palo; y una tele. Por algún motivo la tele está inclinada hacia adelante, así que para verla bien hay que ponerle una tabla pequeña de madera, y el cable para la corriente es bien corto. Con un cable HDMI la conectamos al computador y con algo de ingenio trasladamos ambos equipos lo más cerca posible al balcón, con la tierna idea de usarla como parlante. Pasadas las 20, con un conchito de luz, pusimos el Canto al programa.
¿Cuán vigentes están hoy los aires de cambio que nos fueron prometidos -y arrebatados- durante los 70? ¿o cuánto de aquello nos llegó transmutado en una maraña de trampas burocráticas? Básicamente, a otros dieron de verdad esas cosas llamadas educación, salud, vivienda. El Chile de hoy sufre las heridas que nunca se cerraron de la dictadura civil militar que traumó profundamente a los ciudadanos, principalmente porque el sistema nunca fue depurado de quienes osaron violar nuestros Derechos Humanos, y más aún, perduran con resguardo constitucional la jerarquía de abuso que se nutre comercializando nuestra dignidad.
Honor y gloria a los que hoy luchan en las calles, y fuerza a los que por reclamar justicia han visto sus cuerpos mordidos por los balines y perdigones. A los que en sus casas han deformado la base de sus ollas por tanto golpear, a los que con cada gesto han buscado su propia manera de decir: esto sigue. “Todos podremos gozar / de la creación y el arte / y en materia popular / el pueblo pondrá su parte”, musicalizó Inti Illimani en la “Canción de la nueva cultura”, parte del Canto al programa que dicha banda creó para homenajear el triunfo de Salvador Allende en las elecciones que, a su modo, trastornaron a los Estados Unidos. Hoy ya no es noticia que los amigotes de Richard Nixon le dieron empujoncitos creativos y económicos a los gestores de nuestro propio 9/11.
Quizá es demasiado fácil quedarse con los cantos rituales de antaño, pero las voces nuevas están aquí, hoy. Ana Tijoux ha sido reconocida internacionalmente por canciones como «Shock» y ahora lanzó «#Cacerolazo»; Camila Moreno lleva diez años con «Millones» y nunca ha estado más vigente que ahora; y mientras veíamos cómo Pablo Chill-e distribuía limones en Puente Alto el 19 de octubre en nuestras mentes sonaba su canción «Facts». A través de su propio sonido, o bien, desde su trinchera, existe una nueva canción de protesta y nos involucra, nos compromete como oyentes.
En medio de la incertidumbre y el caos; pero también de la energía y la fuerza, hay que saber apoyarnos y cuidarnos para entregar lo que cada uno pueda a esta lucha ciudadana. Estos son los momentos en que se escriben los nuevos himnos de cambio social, y aunque desde las artes y las letras siempre nos enfrentaremos al miedo a ser silenciados, tampoco es noticia que las armas le temen a las guitarras. Con el mismo ímpetu para aportar a este despertar, estemos atentos para acoger a los próximos Víctor y Violeta, las herencias del mañana. El canto que ha sido valiente siempre será canción nueva, y por eso seguimos cantando a todo pulmón “Pateando piedras”. Ahora el repertorio musical ha sido ampliado.