Ante la crisis por el coronavirus, nuestro Netflix nacional liberó más de 300 títulos, entre películas, documentales y otras piezas audiovisuales para que te quedes en tu casa y disfrutes de cine nacional.
En Solo Artistas Chilenos te sugerimos algunas de las entregas que no te puedes perder.¡Disfruta del cine chileno!
El club (2015)
Es una de las películas con mayores galardones internacionales en la historia de la cinematografía nacional. Dirigida por Pablo Larraín cuenta el relato de un par de sacerdotes obligados al ostracismo en una casa de dos pisos en la costa de Chile, debido a diferentes delitos cometidos por cada uno de ellos en el pasado.
En lo personal, me gusta todo lo que hace Larraín, y recomiendo este trabajo en particular porque creo es su obra maestra. Narra un cine oscuro, duro y representativo de una sociedad chilena que sigue escondiendo sus horrores bajo la alfombra. Bajo ella, la impunidad, lo mortuorio del pasado y los demonios internos, los monstruos ocultos del catolicismo que siempre afectan a otros, deambulan en esta casa con vista al mar. Su estética deslavada, de colores grises y opacos afirman la narrativa. Su banda sonora transmite tensión e incomodidad en una casa que esconde los peores pasados. No hay espacio para la moralidad. Su óptica fotográfica llena de matices a los diferentes personajes. Su puesta en escena y su dirección no se escapa ni acobarda cuando se presenta la violencia, la muerte o una sexualidad retorcida en un escenario donde no existe la redención. Todo está trabajado, todo está pensado, todo está narrando.
Mala Junta (2016)
Esta película de Claudia Huaiquimilla del año 2016 es una bofetada de realidad y emociones para quien la visualice. Una cinta sencilla, pero demasiado profunda. Que aborda temáticas importantísimas que se escapan de los catálogos publicitarios de nuestro país. Una estética oscura, pobre y deslucida nos presenta un relato de jóvenes inadaptados en una sociedad que los ignora, donde pareciera dar lo mismo el rincón geográfico donde se encuentren, siempre sigue “oliendo a chancho muerto” para ellos. La temática indígena-mapuche, perfectamente trabajada en forma de contexto, pasa a ser el tercer personaje desadaptado en esta sociedad que los desconoce ante el sonido económico de los árboles cayendo. Mala Junta es ese Chile injusto e ignorado. Ese Chile del que nadie se quiera hacer cargo.
La vida me mata (2007)
A esta cinta de Sebastián Silva le guardo un profundo respeto. Este primer largometraje de Silva lo vi en el Festival de Cine de Valdivia como estudiante hace ya varios años. Cuando aguantaba ver 3 películas diarias sin ningún problema en ese contexto: respirando, comiendo, y viendo cine por una semana.
De esta película me quedaron marcadas sus particulares características. Incluso intenté apoderarme del afiche de la cinta en uno de los lugares donde se visualizaba. Era mi película chilena favorita en ese entonces. Pero, ¿por qué? Si era el primer intento de largometraje de Silva, antes de filmar La Nana, su obra más reconocida. Y la respuesta está en su comedia negra. ¿Cuántas cintas de este género podemos encontrar en nuestro cine? Falta tiempo para pensarlo ya que no encuentro títulos. Una comedia negra sobre la muerte. Donde el protagonista deambula por escenarios y acontecimientos absurdos mientras busca liberarse del peso de una muerte cercana. La Vida Me Mata es una cinta que, si bien no es perfecta, está de llena de elementos exquisitos. De interpretaciones soberbias, de representaciones conceptuales muy bien logradas, con excelentes ejercicios de puesta en esce, y con un par de elementos oníricos muy bien construidos, tan difíciles de encontrar en nuestro cine. Es una cinta arriesgada y de un género poco realizado. Vale la pena verla.
Y de pronto el amanecer (2017)
Imposible no recomendar a uno de los directores más importantes del cine nacional. A Silvio Caiozzi y su último largometraje. Cómo no recomendar una pieza de arte llena de texturas y matices de orden narrativas y estéticas. Una obra llena de topofilia y profundas relaciones personales. Con una dirección de fotografía muy bien cuidada. Con una estética llena de detalles que te introducen en un relato lleno de magia y nostalgia. Donde un espacio geográfico perfectamente expuesto, sirve como escenario para el encuentro del pasado y el presente. ¿No es esa la esencia del cine? Esculpir en el tiempo.
Caiozzi plantea un relato paciente, con una banda sonora que te envuelve, con unos diálogos maravillosos, y con una cámara que primero baila y que luego se inquieta a medida que el relato se oscurece. Sus 3 horas de metraje se hacen profundamente necesarios para poder presentar el existir de un escritor que, ya a su avanzada edad, puede mirar de frente a la muerte.
El año del tigre (2011)
Por último, cómo no mencionar esta tremenda cinta de Sebastián Lelio. Quien ya con otros largometrajes en el cuerpo, tiene la sutiliza de representar de esta forma lo ocurrido en Chile el 27 de febrero de 2010.
Que complejo es tomar una temática de tal grado de sensibilidad y representarla con una sutileza que raya la perfección. Lelio toma el 27 de febrero y narra el viaje de un sujeto a través de la desolación y el desastre. Sin recurrir a lo morboso, o a lo tentador de un par de imágenes literales. Arroja al protagonista fuera de prisión, para presentarle un mundo irreconocible, donde sus seres queridos y nada de lo que recordaba existe ahora, el mar se lo ha llevado todo. Lo sigue una cámara en mano nerviosa, titubeante y poco delicada. Obvio, no es el momento ni el espacio para ser elegantes. Cómo no estar nervioso ni titubeante después de lo ocurrido.
La ropa sucia, las uñas largas, los zapatos en el fango son los detalles de este relato que transita por el desastre que dejó la acción de la naturaleza. La recomiendo porque es potente y porque cada plano está cargado de energía y cinematografía.