El 30 de junio de 2007 se distribuyó a las tiendas de discos, «Muérdete la lengua», el disco chileno más exitoso de ese año y que significó la consolidación inmediata de una de las cantantes nacionales con mayor proyección internacional del momento: Francisca Valenzuela.
Con apenas 20 años, Francisca comenzaba a armarse una carrera bajo melodías que hablaban del desamor, de la rebeldía y del poder femenino, que en ese entonces, aún estaba algo subvalorado. «Peces» fue el primer adelanto de este disco (lanzado un año antes), el cual fue compuesto a sus 13 años producto de una desilusión amorosa, y luego fue el turno de «Dulce», que terminó por confirmar su arrastre como la gran revelación del 2006.
Desde ese tiempo que la cantante dejaba en claro su movimiento feminista, que hoy se ve reflejado en iniciativas como Festival Ruidosa (creado por la misma artista), que maximiza a las compositoras del país. «Naturalmente se dio que me llamara la atención el tema de la mujer, no es que me lo planteara. Fue como sentirme despechada, primero, ver las minas aceitosas de Mekano, después, y decir «¡pero cómo!». No me gusta decir «feminismo» o «machismo». Sí me gusta el tema de lo femenino y la femineidad. Lo que marca la pauta es que escribo desde la postura de la mujer, que es mi postura no más, pero que no es «me pongo a llorar por ti»».
En tiempos en que la trova y la música folk estaba en su alza con figuras como Manuel García, Nano Stern y Pascuala Ilabaca, esta nueva estrella del pop chileno estaba haciendo de las suyas con entrevistas en diversos medios, reconocimiento de la Rolling Stones, conciertos y una invitación a abrir el show de Julieta Venegas en el Caupolicán, quien fue una de las influencias para crear «Muérdete la lengua». Dentro de la creación del álbum cabe destacar la participación de los hermanos Mauricio y Francisco Durán de Los Bunkers en la producción, convirtiéndose en la artista regalona de la banda.
«Los Poderosos» es una de las canciones del celebrado disco, que se le aludió un enfoque político. «Cuando la escribí no la pensé como una cosa política, sino desde la perspectiva del maltrato, del abuso. Y orientado a personas con mucho poder, como Bush, que no ayudan con su poder. Pero nunca desde la derecha o la izquierda, no tiene que ver con eso. Yo no me voy a comprometer todavía con cantar para un candidato, me gustaría mantener una cosa más transversal y humanitaria», enfatizó la compositora a El Mercurio.
Sin embargo el motor que mueve a «Muérdete la lengua» no es la balada fácil, que hable del amor propiamente tal, sino que es esa garra femenina tan particular, que deje «traumados» a los hombres que en ese tiempo le dedicaban a algunas de sus canciones, como «Segunda Vuelta» o la misma «Muérdete la lengua». Mientros ellos, invadidos de reggaetón, se sentían disminuídos ante tal dedicatoria. «Una forma sutil de decir ándate a la chucha», comenta una usuaria en el videoclip de «Muérdete la lengua».
El piano es su gran aliado en este disco, que posteriormente fue cambiado por el sonido más industrial y sintetizadores. No obstante, en todas sus sucesoras producciones le ha dado espacio a la música más artesanal, como «Qué sería» en Buen Soldado (2011) e «Insulto» en Tajo Abierto (2014).
Sin dudas un disco importante, no sé si para la historia de la música chilena, pero sí para catapultar a una artista de talla internacional.